7.6.09

"Vientos impulsivos dominando tu alma…"

ESBJÖRN SVENSSON TRIO - Winter in Venice, 1997

Semblance Suite- Part I


J. POLLOCK   Naked Man with Knife, 1938-40

CORO:

Numerosas son las maravillas del mundo; pero, de todas, la más sorprendente es el hombre. Él es quien cruza los mares espumosos agitados por el impetuoso Noto, desafiando las alborotadas olas que en torno de él se encrespan y braman. La más poderosa de todas las diosas, la imperecedera, la inagotable Tierra, él la cansa año tras año, con el ir y venir de la reja de los arados, volteándola con ayuda de las yuntas de caballos.

El hombre industrioso envuelve en las mallas de sus tendidas redes y captura a la alígera especie de las aves, así como a la raza temible de las fieras y a los seres que habitan el océano. Él, con sus artes se adueña de los animales salvajes y montaraces; y al caballo de espesas crines lo domina con el freno, y somete bajo el yugo, que por ambas partes le sujeta, al indómito toro bravío. Y él se adiestró en el arte de la palabra y en el pensamiento, sutil como el viento, que dio vida a las costumbres urbanas que rigen las ciudades, y aprendió a resguardarse de la intemperie, de las penosas heladas y de las torrenciales lluvias. Y porque es fecundo en recursos, no le faltan en cualquier instante para evitar que en el porvenir le sorprenda el azar; sólo del Hades no ha encontrado medio de huir, a pesar de haber acertado a luchar contra las más rebeldes enfermedades, cuya curación ha encontrado. Y dotado de la industriosa habilidad del arte, más allá de lo que podía esperarse, se labra un camino,  unas veces hacia el mal y otras hacia el bien, confundiendo las leyes del mundo y la justicia que prometió a los dioses observar. 

Es indigno de vivir en una ciudad el que, estando al frente de la comunidad, por osadía se habitúa al mal. Que el hombre que así obra no sea nunca ni mi huésped en el hogar ni menos amigo mío.


J. POLLOCK  The key, 1946

Semblance Suite- Part II

CORO:

Dichosos aquellos cuya vida se ha deslizado sin haber probado los frutos de la desgracia. Porque cuando un hogar sufre los embates de los dioses, el infortunio se ceba en él sin tregua sobre toda su descendencia. Al modo como cuando los vientos impetuosos de Tracia azotan, las aguas remueven hasta el fondo los abismos submarinos, y levantan las profundas arenas, que el viento dispersa, y las olas mugen y braman batiendo las costas, en la mansión de los Labdácidas, voy viendo desde hace mucho tiempo cómo nuevas desgracias se van acumulando unas tras otras a las que padecieron los que ya no existen. 

Una generación no libera a la siguiente; un dios se encarniza con ella sin darle reposo. Hoy que la luz de una esperanza se columbraba para la casa de Edipo en sus últimos retoños, he aquí que un polvo sangriento otorgado a los dioses infernales, unas palabras poco sensatas, y el espíritu ciego y vengativo de un alma, han extinguido esa luz. ¿Qué orgullo humano podría, ¡oh Zeus!, atajar tu poder, que jamás doma ni el suelo, que todo lo envejece, ni el transcurso divino de los meses infatigables? Exento de vejez, reinas como soberano en el resplandor reverberante del Olimpo. Para el hombre esta ley inmutable prevalecerá por toda la eternidad, y regirá, como en el pasado, en el presente y en el porvenir; en la vida de los mortales nada grave ocurre sin que la desgracia se mezcle en ello. 

La esperanza inconstante es un consuelo, en verdad, para muchos hombres; pero para otros muchos no es más que un engaño de sus crédulos anhelos. Se infiltra en ellos sin que se den cuenta hasta el momento en que el fuego abrasa sus pies. Un sabio dijo un día estas memorables palabras: «El mal se reviste con el aspecto del bien para aquel a quien un dios empuja a la perdición; entonces sus días no están por mucho tiempo al abrigo de la desgracia».



Semblance Suite- Part III



Jackson POLLOCK

ANTÍGONA (saliendo del palacio):

¡Oh ciudadanos de mi madre patria! ¡Vedme emprender mi último camino y contemplar por última vez la luz del Sol! ¡Nunca lo volveré a ver! Pues Hades, que a todos los seres adormece, me lleva viva a las riberas del Aqueronte, aún antes que se hayan entonado para mí himnos de himeneo y sin que a la puerta nupcial me haya recibido ningún canto: mi esposo será el Aqueronte.

SÓFOCLES  Antígona442 a.C.


Semblance Suite- Part IV

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