Mientras esperábamos el ómnibus, al mostrarme él la imagen de un templo romano en ruinas, se nos dio por hablar de los secretos que guarda la piedra, de la majestuosidad de épocas lejanas, del misterio de la historia. Nos pusimos graves de repente, el uno junto al otro, bajo el sol de la siesta santafesina. Así, silenciosos, nos mirábamos de soslayo, nos estudiábamos oblicuamente con total naturalidad.
Hay momentos en que el otro, a pesar de estar incorporado a nuestra cotidianeidad, es descubierto por primera vez. Pasa de espectro a opus admirabilis. Y uno goza en el ritmo de la nueva perspectiva, deteniéndose sin prisa en cada rasgón que compone el patchwork inédito.
Formar parte de una ceremonia de introducción a los desvelamientos, compartir la intimidad del autoconocimiento.
Hay momentos en que el otro, a pesar de estar incorporado a nuestra cotidianeidad, es descubierto por primera vez. Pasa de espectro a opus admirabilis. Y uno goza en el ritmo de la nueva perspectiva, deteniéndose sin prisa en cada rasgón que compone el patchwork inédito.
Formar parte de una ceremonia de introducción a los desvelamientos, compartir la intimidad del autoconocimiento.
Me fascinan esos instantes. Tan frágiles, tan efímeros.
Como si la Vida se tornara acogedora y la prueba del desierto valiese la pena…
Música:
tema de la película homónima (1999)
3 comentarios:
Ah sí, esos momentos íntimos y empáticos son el néctar que hace soportable tanta hiel en el camino...
Es mi turno para agradecer tu lectura y aportes. Carezco de habilidad para las convocatorias (probablemente porque no me interesan), pero es confortante ser tenida en cuenta. Como si el aguijón del vacío se debilitara...
Imposible no tenerte en cuenta, después de todo, con todo el placer del mundo ;-)
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