10.10.09

Parábola de la flor del aire

JULIA CAMERON I wait (1872)

L. DELIBES Lakmé Acte Troisième. Scène Première: Berceuse

Lo que quiere es escurrirse en la pausa entre ideas, dormitar en las exhalaciones, blandirse por aquello que deserta del discurso pragmático, de la satisfacción urgente. En un mundo de moral extravagante, de presunciones sin ton ni son [la cúspide del trastorno, este siglo con su bolsa de valores desorbitados], su quimera es aceptable y hasta quizás persuasiva para alguien.

Pues ¿quién no ha sucumbido ante la hermosura de una estrella fugaz? La tragedia es connatural al alma en destierro, los ángeles cultivan la perspicacia con donaire.

¿No es el pasado una caja negra boba que goza de exagerada consideración? Los datos sirven, nada más: él ejerce una amnesia hipnótica que ella ha vuelto yunque de toque de la debilidad que le ofrece en instantes arpegiados.

A ella le agrada pensar que lo único encomiable de sus 360.000 vitalidades (el infinito tiene su particular voltímetro) hiberna en reserva sacerdotal pero suele difundirse en hiedras de júbilo, sin espacio ni forma ni tiempo ni materia.

Epígrafe de su jamás escrita novela: Ser la piedra y también el viento que bulle en su núcleo, y la linfa que la tutela, y las fogosidades que la templan.

Es una extranjera en un hábitat hostil y a sus heridas las llama "equivocidades" "inconvenientes de traducción". Hay una especie de seres diferenciados por el decir compulsivo; ella ya sabe que su misión de expatriada es escuchar al profeta, tensar sus oídos refinados a la voz que anuncia lo que aleteaba en el origen del deseo. Lo otro es anécdota.

Por el momento manda el secreto, la vigencia de lo invisible. Fidelidad doméstica. Aprendizaje. Ninguna tenebrosidad ha de arrastrarla.

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