Tu aliento entre mis senos y mis omóplatos. Enredo de miradas. La lista del súper, el aroma a café, fainá para la cena, las baladas de Chopin. Argumentos lúdicos. Huellas de tabaco sobre la mesa. Valores, tareas, hábito. Nimiedades. El cautivador ritmo de la cotidianidad. Nuestra liturgia. Pienso que quiero [necesito] soñar con tus palabras, para componerlas en mi mente últimamente dispersa en pequeñeces domésticas. Y no reincidir en ningún atoramiento (ardua promesa). Tus periódicas partidas y tu siempre regreso excitan la combustión de mi flojedad. Después sonrío, avergonzada, en la bonanza del atardecer de este veranillo en la ciudad de extendidas siestas.
Entonces, por una grieta del espejo, alcanzo a ver al capitalismo en catalepsia: pesimismo, hambruna, confusión, amnesia divina. Vaciedad del arte. Ruindad del conocimiento. Predicciones residuales (tus gráficos, tus referencias a la teoría de Hubbert, tu reflexión). El declive abrupto de la ambición de poder. La cruz invertida, sinergia corrosiva. El consuelo del útero marchito, la bendita situación de primitivos e ignorantes, la resurrección de la Moralidad. Ya no habrá muertes singulares (fin de la épica): la fatalidad nos asemejará, como era en el arranque de esta comedia que nos involucra. Lo que llamamos "mundo" va desapareciendo cansinamente. Civilización, páramo y mandrágora.
¿Cuándo-por qué-cómo desoímos al verbo sagrado? Se lamenta el poeta, nostálgico de beatitud. Las bestias ladran cada vez más fuerte. Y me indignan los chillidos, allá afuera, invadiendo la sala desolada sin tus papeles.
todo se construye y se destruye tan rápidamente
(...) es parte de la religión
Ni estatua silente ni ángel de luz ni gacela en fuga. Cuando ocurre, mi mudez acarrea mayores dificultades que la natural verborrea que me adorna. Tampoco un inaccesible jardín de las delicias. El grado de esta apetencia por lo sublime (o lo extraordinario, que para el alma es casi lo mismo) me define: de mí no se ha dicho ni se dirá que soy bella. Yo me abalanzaré a la posteridad con la voracidad de una anomalía. La lentitud, un patrimonio no excluyente como la contradicción, califica cada uno de mis vuelos.
La suerte de todo es también mi suerte; la profecía se acoge en mí, por gracia de tu mediación. Lo entiendo, te extraño esperándote. Porque es la humanidad quien me ha desposado, a través de tu vigor.
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