31.3.10

EL INTENTO

¡Despierta, torbellino, y trata ahora
de envolverme, oh turbión, hasta el momento
que en otra tierra el sol renueve el día!


Se aclara el cielo, cesa el viento, duermen
las hojas y la yerba, y, deslumbrado,
de llanto el crudo sol llena mis ojos.


G. LEOPARDI



E. MUNCH Anna, 1920

¿Acaso yo no he consentido en repetir sólo por librarme de estas cadenas, potro de quemazón y sentencia incomprensible de remordimiento?

Eia, Mater, fons doloris:
quiero despertar en otros cielos,
beberme la frescura de otros pastizales
(aunque no me dejes)

29.3.10

Semana Santa

¡Cuánto admiro a los que, para vivir, saben trazar esquemas, idear cronogramas, marcar círculos, establecer jerarquías!
Porque mi alma transeúnte de esta tierra experimenta todo como una caterva de riesgos. Ella percibe tal hábitat de indiferenciación con desconsuelo. La confusión es su estado, su residencia, su condición. Lo único conocido le es este aquí, así, ahora.
Mas, por estas fechas conmemorativas, cualquier cosa parece posible: la exaltación, la disposición contrita, el desgano, la altivez, el desaliño, la asoladora autocrítica, un (pasajero) síndrome de catatonia. Temporada de espíritus con plafón bajo, estación de extraviados catecúmenos donde la gran ausente (vaya letal paradoja!) es la fe.


Nada denuncia a esta naturaleza extraña y soberbia donde se reconoce al caballero de lo infinito. Se alegra con todo, se interesa por todo; y cuando se le ve intervenir en algo lo hace con una perseverancia característica del hombre terrestre cuyo espíritu está atado a estos intereses (...)
Vive en una despreocupación de holgazán; y sin embargo paga el precio más caro el tiempo favorable, cada instante de su vida; porque no realiza la menor cosa sino en virtud de lo absurdo. Y con todo es como para enfurecerse, cuanto menos de celos, porque ese hombre ha efectuado y cumplido en todo instante el movimiento infinito. Vuelca en la resignación infinita la profunda melancolía de su vida, conoce la felicidad de lo infinito, ha experimentado el dolor de la total renuncia a aquello que más ama en el mundo; y gusta lo finito con tan pleno placer como aquel que no ha conocido nada mejor, no muestra señales del adiestramiento que hace sufrir inquietud y temor; se deleita con un aplomo tal que, parece, nada hay más cierto que este mundo finito. Y sin embargo toda esa representación del mundo que él produce es una nueva creación en virtud de lo absurdo. Se ha resignado infinitamente a todo para recobrarlo todo en virtud de lo absurdo. Constantemente efectúa el movimiento del infinito pero con una precisión y una seguridad tales que obtiene sin cesar lo finito sin que se sospeche la existencia de otra cosa. Creo que para un bailarín el esfuerzo más difícil de efectuar consiste en colocarse de un golpe en una posición precisa, sin un segundo de titubeos e incluso efectuando el salto mismo. Puede suceder que no haya acróbata dueño de semejante habilidad, pero mi caballero la posee. Muchos viven sumergidos en las inquietudes y placeres del mundo; son como aquellos que en las fiestas se quedan sin bailar. Los caballeros del infinito son bailarines a los que no falta altura. Saltan en el aire y vuelven a caer, lo cual no deja de ser un pasatiempo divertido y hasta agradable a la vista. Pero cada vez que caen no pueden del primer intento guardar el equilibrio; vacilan un instante en una indecisión que muestra que ellos son extraños al mundo. Esta vacilación es más o menos notable según su maestría, pero ni siquiera el más hábil de todos puede disimularla. Es inútil verlos en el aire, basta observarlos en el instante en que tocan el suelo retomando pie: es entonces cuando se los conoce. Pero volver a caer de tal modo que parezca a la vez estar detenido y andando, transformar en marcha el salto hacia la vida, expresar el sublime impulso en el curso terreno: he allí el único prodigio, aquello de que sólo el caballero de la fe es capaz.
SÖREN KIERKEGAARD [Johannes de Silentio] Temor y temblor, 1843



27.3.10

PERFIL, todas las acepciones

MATISSE The Dream (1935)

das aguas de marco, é o fim da canseira
É pau, é pedra, é o fim do caminho é um resto de toco, é um pouco sozinho
é um passo, é uma ponte é um sapo, é uma ra
é um belo horizonte, é uma febre terca sao as aguas de marco fechando o verao
é a promessa de vida no teu coracao
“Águas de março”, Tom Jobim


En esta oportunidad la blandura disloca el omóplato (si bien puede ser una sinestesia), pero no recurriré a ese cuaderno deshonroso. Me bancaré como una lady el protocolo de mis rebeldes leviatanes, unos pocos días hasta que retorne el seso.
Y reflexioné -mientras determinaba si adherirme o no a "La hora del planeta"- que el movimiento es belleza pura (candente) y yo tan detenida (como lisiada por motivos invisibles) ¿dónde se habrá desleído la energía, la inquietud aquella de recelosos legionarios?
Aparatosidad, retórica insípida.

Para poder regurgitar hay que mantener el objeto del deseo a descuidada asimetría: constatación de fines de marzo, con 83% de humedad.

CHARLY GARCÍA & PEDRO AZNAR “Mala señal” Tango 4 (1991)


DELACROIX Jeune orpheline au cimetière (1823)

25.3.10

Campos Elíseos {pero aquí abajo, aquí abajo...}

RADIOHEAD“Life in a Glasshouse” Amnesiac (2001)

Lo has de ver. En cualquier momento veinte mil millones de samurais emergerán desde esos cortinados de brocato, dispuestos a vengar inconsistencias gramaticales. Es ridículo, te lo admito, pero muy acorde a los tiempos que transcurren.
Sólo nos queda confiar en algún más allá de acá. De agonizar por llanuras deiformes de dicha ad perpetuum. O conformarse con paraísos de neón.

¿No lo aceptas, aún? Peor para ti.
Como el hollín tiñe de tinieblas lo que roza, así la sensualidad de lo absurdo cubre las apetencias humanas. Ya no hay ritual de la muerte, ni consagración de la miseria, ni revelaciones en la guerra, ni albergue de lo cotidiano. Todo es un show de proporciones patéticas. El coraje no importa, ni las angustias, ni la euforia, ni el candor, ni la eminencia. Lo corriente es la deserción, los falsos (o violados) juramentos, la relatividad de la ignorancia. No valen tu chispa, ni tu amor, ni tus renuncias. Y tus chillidos, la bronca contagiada, tu veleidad o tu justicia por mano propia temblarán ante un tribunal de indiferentes impávidos. Onanismo del nihilismo.
En la era de las especies el homo sapiens se abisma en su sustrato: cunde la animalidad, lo inferior, lo básico. La existencia suda su sentido en una carrera de dispersiones aleatorias. Fin del reinado de Ockham, presente del decir amortajado por un porvenir de incertezas.

Bástate a ti mismo (olímpico empleo, ser sin ninguna asistencia) o deviénete en parásito de lo escatológico. También puedes seguir engañándote, en cuyo caso ahí siempre tendrás a Hollywood, con sus espejismos áureos...


No se olvidaron de ti, oh Menelao, los felices e inmortales dioses y especialmente la hija de Zeus, que impera en las batallas; la cual, poniéndose delante, desvió la amarga flecha: la apartó del cuerpo como la madre ahuyenta una mosca de su niño que duerme con plácido sueño, y la dirigió al lugar donde los anillos de oro sujetaban el cinturón y la coraza era doble. La amarga saeta atravesó el ajustado cinturón, obra de artífice; se clavó en la magnífica coraza, y rompiendo la chapa que el héroe llevaba, baluarte de su cuerpo, cerco contra los dardos, que fue lo que más le defendió, rasguñó la piel y al momento brotó de la herida la negra sangre.
Ilíada, canto IV