30.12.09

Cuerdas percutidas


Por aquellos días la alegría no precisaba de libretos.
¿Te acordás?
Nos engullíamos el cielo hasta la ebriedad, coqueteábamos con la melancolía de puros petulantes que éramos, nuestras pasiones danzaban al compás de tus tambores. Sabíamos agradecer, porque cada voluntad estaba aleccionada en el amor.
Después... no podría decirte. Supongo que fui hechizada por la irrupción de la serpiente (el tiempo, contra quien no pudo la inocencia) y entonces mi verbo se volvió ceniciento, rebuscado, odioso.
Ni yo me entiendo a veces, te juro. Pero es ese misterio el que me incita a desnudarme, a desgarrarme en hebras de sentido (de expresión).
Todos solemos marearnos un poco, cuando en lo íntimo nuestro la vida entra en convulsión.
Sin embargo, iluminando el polvo, siempre alcanzo a distinguir otros rastros junto a los míos. Será que hoy, tal como ayer, mi fe se afirma en los milagros.

DUKE ELLINGTON “Latin American Sunshine” LATIN AMERICAN SUITE (1970)

29.12.09

BLEND: 20% hiel, 80% néctar


Tu aliento entre mis senos y mis omóplatos. Enredo de miradas. La lista del súper, el aroma a café, fainá para la cena, las baladas de Chopin. Argumentos lúdicos. Huellas de tabaco sobre la mesa. Valores, tareas, hábito. Nimiedades. El cautivador ritmo de la cotidianidad. Nuestra liturgia. Pienso que quiero [necesito] soñar con tus palabras, para componerlas en mi mente últimamente dispersa en pequeñeces domésticas. Y no reincidir en ningún atoramiento (ardua promesa). Tus periódicas partidas y tu siempre regreso excitan la combustión de mi flojedad. Después sonrío, avergonzada, en la bonanza del atardecer de este veranillo en la ciudad de extendidas siestas.

Entonces, por una grieta del espejo, alcanzo a ver al capitalismo en catalepsia: pesimismo, hambruna, confusión, amnesia divina. Vaciedad del arte. Ruindad del conocimiento. Predicciones residuales (tus gráficos, tus referencias a la teoría de Hubbert, tu reflexión). El declive abrupto de la ambición de poder. La cruz invertida, sinergia corrosiva. El consuelo del útero marchito, la bendita situación de primitivos e ignorantes, la resurrección de la Moralidad. Ya no habrá muertes singulares (fin de la épica): la fatalidad nos asemejará, como era en el arranque de esta comedia que nos involucra. Lo que llamamos "mundo" va desapareciendo cansinamente. Civilización, páramo y mandrágora.

¿Cuándo-por qué-cómo desoímos al verbo sagrado? Se lamenta el poeta, nostálgico de beatitud. Las bestias ladran cada vez más fuerte. Y me indignan los chillidos, allá afuera, invadiendo la sala desolada sin tus papeles.


todo se construye y se destruye tan rápidamente

(...) es parte de la religión


Ni estatua silente ni ángel de luz ni gacela en fuga. Cuando ocurre, mi mudez acarrea mayores dificultades que la natural verborrea que me adorna. Tampoco un inaccesible jardín de las delicias. El grado de esta apetencia por lo sublime (o lo extraordinario, que para el alma es casi lo mismo) me define: de mí no se ha dicho ni se dirá que soy bella. Yo me abalanzaré a la posteridad con la voracidad de una anomalía. La lentitud, un patrimonio no excluyente como la contradicción, califica cada uno de mis vuelos.

La suerte de todo es también mi suerte; la profecía se acoge en mí, por gracia de tu mediación. Lo entiendo, te extraño esperándote. Porque es la humanidad quien me ha desposado, a través de tu vigor.

23.12.09

REAL/IDEAL

variaciones en torno a La Peau de chagrin

KLIMT Beethovenfries 'Freude, schöner Götterfunken'
Diesen Kuß der ganzen Welt (1902)

¿Quién, si yo gritara, me oiría entre las jerarquías
de los ángeles? y aun suponiendo que, de pronto,
uno de ellos me apretara contra su corazón, yo
sucumbiría
ante su existencia más fuerte. Pues la belleza no es sino
el comienzo de lo terrible; apenas la soportamos
y si la admiramos es porque desdeñosamente no se
preocupa
por destruirnos. Todo ángel es terrible.

Así pues, me contengo y resisto
al llamado de un oscuro sollozo. ¡Ay! ¿a quién podría
recurrir? Ni a los ángeles ni a los hombres
ni a los astutos animales que desde hace mucho
advierten
que no nos sentimos ni muy a gusto ni muy seguros
en un mundo explicado. Acaso nos queda
en la ladera un árbol que volvemos a ver
todos los días; acaso nos queda la calle de ayer
y la mimada fidelidad de una costumbre
que se ha complacido a nuestra vera y se quedó y no se
fue.

¿Oh y la noche, la noche cuando el viento llega despacio
y nos roe la cara, con quién se quedaría
ella, la suavemente engañosa, la deseada,
la que se acerca al corazón solitario?
¿Acaso es más leve a los amantes?
¡Ah, ellos se ocultan mutuamente su destino!

¿Todavía no lo sabes? Arroja de tus brazos el vacío
hacia los espacios que respiramos; tal vez los pájaros
sientan el aire más amplio con su vuelo más íntimo.
Sí, la primavera te necesitaba. Muchas
estrellas esperaban que tú las percibieras. Se elevaba
una ola de aquí a lo pretérito
y cuando pasabas frente a una ventana abierta,
se entregaba un violín. Todo esto era misión.

Pero ¿la cumpliste? ¿No te distraía siempre
la espera, como si todo te anunciara
una amada? (¿dónde quieres darle asilo,
puesto que todos los grandes pensamientos extranjeros
en tu casa entran y salen y con mayor frecuencia se
quedan
por la noche?).

Pero si sientes nostalgia, canta a las amantes; todavía
falta mucho para que su célebre sentimiento sea
inmortal.

Las abandonadas —tú casi las envidias—
te parecen más dignas de amor que las afortunadas.

Vuelve siempre a empezar de nuevo su alabanza nunca alcanzada.

Piensa que el héroe perdura, aun su derrota
sólo le sirve de pretexto para existir: es su postrer
nacimiento.

Pero la naturaleza agotada vuelve a tomar a las amantes
como si no bastara duplicar sus fuerzas
para crearlas. ¿Has pensado en Gaspara Stampa, lo
bastante
para que cualquier muchacha de quien huyó el amado
sienta en ese ejemplo idealizado: ¿Ojalá fuera yo como
ella?
¿Todos esos dolores, por antiguos que sean,
acaso no son fecundos para nosotros? ¿No es tiempo

que amando nos libremos del amor y que lo venzamos
temblando:
como la flecha vence la cuerda, para hacer, en el
disparo,
algo más que ella misma? Pues no se detiene en ninguna
parte.

Voces, voces, escucha, corazón mío, como antaño
sólo escuchaban los santos: el inmenso llamado
los levantaba del suelo; pero ellos seguían arrodillados
sin fijarse en lo imposible
a tal punto escuchaban. No es que puedas tú,
ni con mucho, escuchar la voz de Dios; pero escucha el
soplo
del interrumpido mensaje, hecho de silencio.

Se alza ahora el rumor que viene hacia ti desde esos
muertos
precoces, en todos los lugares en que entraste. ¿En las
iglesias
de Roma y de Nápoles no te habló su destino
apaciblemente?
o bien una inscripción grabada,
¿como hace poco la lápida de Santa María Formosa, no se
alzaba ante ti?
¿Qué es lo que me piden? Calladamente
quitaré la apariencia de injusticia que a sus espíritus
muchas veces estorba un poco el movimiento; pero
en verdad, es extraño no vivir ya en la tierra,
no seguir los usos apenas aprendidos,
no dar a las rosas ni a las cosas cargadas de promesas
el significado del porvenir humano;
ya no ser lo que era uno en manos infinitamente
angustiadas y abandonar hasta su propio nombre
como un juguete roto;
extraño ya no desear deseos; extraño
recordar desprendido en el espacio
todo lo que estaba ligado. Y estar muerto es penoso
y lleno de intentos por reparar el mal para sentir poco
a poco
la eternidad. Pero los vivos cometen todos ellos el error
de establecer
distinciones demasiado tajantes.

Los ángeles, según dicen, a menudo no saben
si andan entre los vivos o los muertos.

La eterna corriente arrastra siempre entre ambos reinos
todas las edades y en ambos domina sus voces.

En suma, ya no nos necesitan los que murieron jóvenes.

Se pierde poco a poco, suavemente la costumbre de lo

terreno como al crecer se desteta el niño y se desprende

mansamente
del pecho materno; pero nosotros que necesitamos de
tan grandes misterios,
nosotros para quienes brota a menudo del luto un
bienaventurado progreso
¿podríamos existir sin ellos?
¿Es una vana leyenda la que cuenta que antaño, para
llorar a Linos,
la primera música se atrevió a penetrar la rigidez del
entumecimiento,
de modo, que por vez primera, el espacio espantado
vio que un joven
casi divino, de repente se evadía para siempre y que en
el vacío
resonaba esa vibración que ahora nos arroba, nos
consuela y nos ayuda?

RAINER M. RILKE Elegía Primera (1912) de Elegías de Duino


KLIMT Adam und Eva (1917-18)

21.12.09

DESPLIEGUES ESENCIALES. Αρχαία Ελλάδα

Φειδίας Atenea Partenos 447 aC

Quiero vivir con vosotros allá en el valle silencioso,
junto a las rocas colgantes de Tempes, e invocaros a menudo en la noche,
¡nombres magníficos!; y cuando aparezcáis enojadas,
porque el arado profana las tumbas,
os aplacaré con la voz del corazón, con piadosos cantos,
¡sombras sagradas!,
hasta que mi alma se acostumbre del todo a vivir con vosotras.
Y cuando esté más iniciado, os haré muchas preguntas
¡a vosotros, muertos!,
y a vosotros también, vivientes,
¡a vosotras, altas potestades del cielo!,
cuando pasáis sobre las ruinas con vuestros muchos años,
¡vosotras, las de seguros caminos!;
pues a menudo el desvarío de los mortales
me estremece el corazón, como un aire siniestro,
y ansioso busco consejo;
mas desde hace mucho tiempo
ya no hablan para consuelo de los necesitados
los proféticos bosques de Dodona;
mudo está el dios délfico, y solitarios y abandonados se encuentran
desde hace mucho tiempo los senderos por donde antes,
dulcemente conducido por las esperanzas,
subía el hombre preguntando hacia la ciudad del veraz profeta.
Mas desde lo alto la luz habla todavía hoy a los hombres,
llena de hermosos significados,
y la voz del gran tronante clama: ¿pensáis en mí?;
y las olas entristecidas del dios del mar resuenan:
¿nunca os acordáis ya de mí, como antes?
Pues los celestes descansan gustosos en el corazón sensible,
y siempre, como entonces,
las inspiradoras de grado acompañan al hombre esforzado;
y sobre los montes de la patria
descansa, impera y vive omnipresente el éter,
para que un pueblo amante,
acogido en los brazos del Padre,
esté humanamente alegre, como entonces,
y que un espíritu sea común a todos.


Μύρων Discobolus 455 aC

Mas, ¡ay! nuestro linaje vaga en la noche,
vive como en el Orco, sin lo divino.
Ocupados únicamente en sus propios afanes,
cada cual sólo se oye a sí mismo en el agitado taller,
y mucho trabajan los bárbaros con brazo poderoso,
sin descanso, mas por mucho que se afanen,
queda infructuoso, como las Furias, el esfuerzo de los míseros.
Hasta que, despertando de angustioso sueño,
se levante el alma de los hombres, juvenilmente alegre,
y el hábito bendito del amor, de nuevo,
como muchas veces antes entre los hijos florecientes de la Hélade,
sople en una nueva época, y el espíritu de la naturaleza,
el que viene desde lejos,
el dios se nos aparezca entre nubes doradas
sobre nuestras frentes más libres,
y permanezca en paz entre nosotros.
¡Ay!, ¿no vienes todavía?,
y aquellos, los nacidos divinos, continúan viviendo,
¡oh día!, solitarios en lo profundo de la tierra,
mientras una primavera, siempre viviente
apunta sobre la cabeza de los mortales,
sin que nadie la cante.


Pithókritos de Rodas Νίκη της Σαμοθράκης 190 aC


BEETHOVEN Concierto para piano Nº 4 en Sol Mayor Op. 58 (1805-1806)


Πολύκλειτος Hermafrodita dormido II aC

¡Pero no por más tiempo! Ya oigo a lo lejos el canto coral
del día de fiesta sobre la verde colina y el eco del bosquecillo,
donde se levanta el pecho de los adolescentes,
donde se funde sosegadamente el alma del pueblo
en la más libre canción en honor del dios,
al que corresponde la altura,
mas para quien los valles también son sagrados;
pues allá donde gozosa se apresura
el agua con creciente juventud
entre las flores del campo,
y donde maduran en llanuras soleadas
el noble trigo y los árboles frutales,
se coronan contentos para la fiesta los devotos;
y sobre la colina de la ciudad resplandece,
igual que una vivienda humana,
el pórtico celeste de la alegría.
Pues toda la vida se ha llenado de sentido divino,
y, perfeccionando todo, vuelves a aparecer,
como entonces, por todas partes ante tus hijos,
¡oh naturaleza!, y como de montaña rica en manantiales,
fluyen de aquí y de allá bendiciones
sobre el alma germinante del pueblo.
Luego, luego, ¡oh vosotras, alegría de Atenas!,
¡vosotras, hazañas de Esparta!
¡deliciosa primavera de Grecia!
Cuando venga vuestro otoño,
cuando volváis, maduros,
¡vosotros, todos los espíritus del pasado!
-¡pues he aquí que está cerca el cumplimiento del año!-
que os alcance la fiesta también a vosotros, ¡días pretéritos!
¡Mire el pueblo hacia Grecia y,
llorando y agradeciendo,
sosiéguese en los recuerdos el orgulloso día del triunfo!

Καλλίμαχος Cuatro relieves de bacantes - Copia romana (I aC)

Pero floreced mientras tanto,
hasta que maduren vuestros frutos,
floreced, entre tanto, solamente vosotros, ¡jardines de Jonia!
¡Y vosotras, graciosas yedras de las ruinas de Atenas,
encubrid la tristeza al día que contempla!
Coronad con follaje eterno, ¡vosotros, bosques de laureles!,
las colinas de vuestros muertos, allá junto a Maratón,
donde los jóvenes murieron venciendo;
¡ay!, allá en los campos de Queronea,
donde con armas huyeron los últimos atenienses,
eludiendo el día de la ignominia;
allá, allá bajan de los montes
todos los días lamentos al valle de la batalla;
¡allá descendéis vosotras, aguas caminantes,
desde las cumbres del Oetas, cantando la canción del destino!
Pero tú, inmortal,
aunque ya no te festeje la canción de los griegos,
como entonces, resuena a menudo, ¡oh dios del mar!,
con tus colas en mi alma,
para que prevalezca sin miedo
el espíritu sobre las aguas, como el nadador,
se ejercite en la fresca dicha de los fuertes,
y comprenda el lenguaje de los dioses, el cambio y el acontecer;
y si el tiempo impetuoso
conmueve demasiado violentamente mi cabeza,
y la miseria y el desvarío de los hombres
estremecen mi alma mortal,
¡déjame recordar el silencio en tus profundidades!

F. HÖLDERLIN
El archipiélago (fragmento)


Πολύκλειτος Cabeza de Diadumeno V aC

19.12.09

CERCANÍAs

diu mine ist der natur, daz sie den menschen wandelt in die dinc, die er minnet
(el amor es de tal naturaleza, que transforma al hombre en aquella cosa que éste ama)
Meister Eckhart

Die Ros ‘ist ohn’ warum; sie blühet, weil sie blühet
Sie acht’nicht ihrer selbst, fragt nicht, ob man sie siehet.
(La rosa es sin por qué, florece porque florece
No cuida de sí, ni pregunta si es observada)
Silesius



JOHN COLTRANE - My Favorite Things - 1961

16.12.09

OQUEDAD. Predicaciones sobre lo fútil

GEORGE GERSHWIN Rhapsody in Blue, 1924

Está en el vientre henchido y en la espalda flagelada; en las determinaciones de la crueldad y en los gestos de complacencia; en la oratoria florida y en el silencio luctuoso; en la disipación de los dones o el esfuerzo hasta el desmayo. Acude sin precisar invitación a los salones de la nobleza, a la kermés barrial y a la celda del monje. Deambula con aplomo entre las edades de la vida. Se desangra en sentimientos de autoestima, con un estilo de melancólico vampiro. Enhebra en un mismo collar los gimoteos del poderoso y el escepticismo de los enclenques. La porfía de las reciprocidades le sirve de cauce, noche y día, pasado presente y futuro. Es una afirmación sin criterio, un escondrijo, una mortaja, un trampaluz de la necesidad. Lecho de Procusto de filósofos y artistas. Retruécano de la ciencia. Se cuela en la entrepierna de las vírgenes, acucia los remordimientos de la ramera, destiñe el semblante del guerrero. La indigencia es su mejor negocio. Matriz de todos los pecados capitales. Estercolero público. Sainete de las quejas. Clown de jueces, último tribunal. Exhibición permanente de la idiotez. Los humores (galería de fatales espéculos) ofician de su brazo armado. Parir de un estallido ahogado: máscara, persona. Repeluznos del espíritu. Corona vacua. La universal individuación estafándose a sí.

Oh, Vanidad...

Morris Louis - Columnas de Hércules, 1960

¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.

Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.

ECLESIASTÉS (siglo I)

12.12.09

De las corrientes del Nilo al desierto del Sinaí, haciendo stop en la zarza ardiente

O: un párrafo sobre la intensidad de la existencia

A la hora de reflexionar sobre mi vida, me es irresistible echar mano a los mitos, personajes, paradigmas, representaciones y semiótica bíblicas. Mis monologia están abarrotados de iconografía mística, de sacralidad veleidosa. Y a medida que envejezco esta afición se pone chispeantemente virulenta.

REMBRANDT Moses mit den Gesetzestafeln, 1659

VOX DEI "Moisés" de La Biblia, 1971
[dos versiones: VOX DEI y SUI GENERIS]


Moisés, 1513-15

Desengaño

Llegó ya el curso de la vida mía

por tempestuoso mar, en frágil barca,

al común puerto, en el que se da parca

cuenta de toda acción, injusta o pía.

¡Cuánto ello la amorosa fantasía

que del arte hizo su ídolo y monarca!

Que en cuanto alumbra el sol y el mar abarca

es todo error cuanto el mortal ansía.

Devaneos de amor, triunfos del arte,

¿qué sois, hoy que a dos muertos me avecino?

Una es segura, la otra me amenaza.

No habrá pintar, no hay esculpir que hoy harte

al alma vuelta a aquel amor divino

que de la cruz al universo abraza.

MICHELANGELO BUONARROTI


PAGANINI “Variaciones sobre Dal tuo stellato soglio de Moisés en Egipto de Rossini” (1819)

Yehudi Menuhin: Violín

9.12.09

AUTO PROFANO, CATARSIS SACRAMENTAL


Ebria de equívocos signos iba, grávida de hermenéutica disparatada. Y tras esa orgía la resaca es sinónimo de desgracia. Rara avis, por cuanto a su carácter la felicidad sencilla le calzaba como un guante. Mas ¿quién se atreverá a arrojarle la primera piedra? todos hemos sucumbido a la seducción del Dolor.


J.S. BACH Suites inglesas (1715)

3ª suite en Sol menor, BWV 808 - Preludio

6ª suite en Re menor, BWV 811 – Preludio


Hay que hacer la profesión de fe en la cúpula de la neurosis. Afirmarse cuando suena el coro de los vencidos. Ahí, entonces, paralela e instantáneamente a la romería de las ensoñaciones -sombras metafóricas errantes- tan íntimas como hostiles. Hasta conquistar la sabana sanguínea, esquivando las reyertas perniciosas de la bilis negra...

6.12.09

ELOGIO DE LA INGENUIDAD

CARTAS MORALES de Jean-Jacques Rousseau a la condesa Sofía d'Houdetot (1757-1758)

Toda la moralidad de la vida humana está en la intención del hombre. Si es cierto que el bien es bien, debe estar tanto en el fondo de nuestros corazones como en nuestras obras, y el primer premio de la justicia es sentir que se la practica. Si la bondad moral es conforme a nuestra naturaleza el hombre sólo estaría sano y bien constituido en tanto es bueno. Si no lo está y el hombre es malvado naturalmente no puede cesar de serlo sin corromperse. La bondad sólo sería en él un vicio contra natura. Hecho para perjudicar a sus semejantes como el lobo para degollar a su presa, un ser humano sería un animal tan depravado como un lobo abominable y la sola virtud nos produciría remordimientos.
¿Vos creéis que hay en el mundo una cuestión más fácil de resolver? ¿Acaso no se trata sólo de entrar en sí mismo, de examinar, al margen de todo interés personal, a qué nos conducen nuestras inclinaciones naturales? ¿Cuál es el espectáculo que más nos honra, el de las desgracias o el de la felicidad de los demás? ¿Qué hacemos más gratamente y nos deja una impresión más agradable: un acto bueno o un acto de maldad? (...)
Las almas más corrompidas no llegan a perder completamente esa primera inclinación: el ladrón que despoja a los transeúntes, sin embargo cubre la desnudez de un pobre, y no hay ningún feroz asesino que no sostenga a un hombre que cae desfallecido (...) Hombre perverso, puedes hacer lo que quieras: sólo veo en ti a un malvado inconsecuente y torpe, pues la naturaleza no te hizo para serlo.
Se habla de los gritos, de los remordimientos que castigan en secreto los crímenes ocultos, y que con tanta frecuencia los ponen en evidencia. ¿Quién de nosotros no ha conocido jamás esa voz inoportuna? Se habla por experiencia y se querría borrar ese sentimiento involuntario que nos causa tantos tormentos. Pero obedezcamos a la naturaleza, conoceremos con qué agrado aprueba lo que exige y qué encanto se encuentra al disfrutar la paz interior de un alma contenta de sí misma. El malvado se teme y se huye, se divierte arrojándose fuera de sí, vuelve a su alrededor unos ojos inquietos y busca un objeto que le haga reír. Sin la broma insultante, estaría siempre triste; por el contrario la serenidad del justo es interior; su risa no es por maldad sino de alegría, lleva la fuente en sí mismo. Si está solo se siente tan contento como en medio de un círculo; y esa alegría inalterable que se ve reinar en él no la extrae de aquellos que le rodean, se la comunica (...)
En el fondo de todas las almas se encuentra un principio innato de justicia y de verdad moral anterior a todos los prejuicios nacionales, a todas las máximas de la educación. Este principio es la regla involuntaria sobre la cual, a pesar de las propias máximas, juzgamos nuestras acciones y las de los demás como buenas o malas, y a este principio es al que doy el nombre de conciencia.
Pero ante este nombre oigo elevarse por todas partes la voz de los filósofos: errores de la infancia, prejuicios de la educación, gritan todos como en concierto (...)
No tengo aquí el propósito de entrar en discusiones metafísicas que no conducen a nada. Os dije ya que no quería discutir con los filósofos, sino hablar a vuestro corazón. Aunque todos los filósofos del mundo probaran que no tengo razón, si sentís que tengo razón ya no quiero más. Sólo es necesario para ello distinguir nuestras percepciones adquiridas de nuestros sentimientos naturales; pues sentimos necesariamente antes de conocer, y de igual modo que no aprendemos a querer nuestro bien personal y a evitar nuestro mal, sino que esa voluntad proviene de la Naturaleza, del mismo modo el amor al bien y el odio hacia lo malo nos son tan naturales como nuestra propia existencia. Así, aunque las ideas nos vienen de fuera, los sentimientos que las aprecian están en nuestro interior y sólo por ellos conocemos la conveniencia o desconveniencia que existe entre nosotros y las cosas que debemos buscar o evitar.
Existir es para nosotros sentir, y nuestra sensibilidad es indiscutiblemente anterior a nuestra misma razón. Sea cual sea la causa de nuestra existencia, ha contribuido a nuestra conservación proporcionándonos sentimientos conformes a nuestra naturaleza, y no se podría negar al menos que éstos no fueran innatos. Con respecto al individuo, esos sentimientos son el amor de sí, el temor al dolor y a la muerte, y el deseo de bienestar. Pero si, como no se puede dudar, el hombre es un ser sociable por naturaleza, o al menos hecho para serlo, no puede serlo más que por otros sentimientos innatos relativos a su especie. De ese sistema moral, formado por esa doble relación consigo mismo y con sus semejantes, nace el impulso natural de la conciencia (...)
Si los primeros destellos del juicio nos deslumbran y confunden ante todos los objetos que están bajo nuestra vista, esperemos que nuestros débiles ojos se reabran, se fortifiquen, y pronto veremos esos mismos objetos bajo las luces de la razón tal como nos los muestra primero la Naturaleza. O, más aún, seamos más simples y menos vanos. Limitémonos en todo a los primeros sentimientos que encontramos en nosotros mismos, pues siempre es a ellos a los que el estudio nos conduce cuando no nos ha perdido por completo.
¡Conciencia, conciencia, instinto divino, voz inmortal y celeste, guía segura de un ser ignorante y limitado, pero inteligente y libre, juez infalible del bien y del mal, sublime emanación de la sustancia eterna, que convierte al hombre en semejante a los dioses; eres tú la única que constituye la excelencia de mi propia naturaleza. Sin ti no siento nada en mí que me eleve por encima de las bestias, nada más que el triste privilegio de perderme de error en error, con la ayuda de un entendimiento sin regla y de una razón sin principio!
Quinta Carta

LEONARDO DA VINCI Ginevra de' Benci [1474-76]

La conciencia es tímida y temerosa, busca la soledad; el mundo y el ruido la espantan, los prejuicios de los que se dice que son obra suya son sus enemigos más mortales, huye o se calla ante ellos, su voz abrasadora apaga la suya y la impide hacerse entender. Finalmente, a fuerza de ser rechazada, se desanima, ya no habla, no nos responde más y después de un desprecio tan largo cuesta tanto recordarla como costó exiliarla.
Cuando veo a cada uno de nosotros ocupado sin cesar en la opinión común y apagar, por decirlo así, su existencia alrededor de ella sin reservar prácticamente nada del propio corazón, me parece ver a un insecto formar una gran tela con su propia sustancia, por medio de la cual sólo parece sensible, pues de otro modo se pensaría que está muerto en su agujero. La vanidad del hombre es la tela de araña que tiende sobre todo aquello que le rodea. La una es tan sólida como la otra, al tocar el menor hilo el insecto se pone en movimiento; se moriría de languidez si se dejara la tela tranquila, y se la desgarra con un dedo, más que rehacerla rápidamente, se dedica a destrozarla. Comencemos por volver a nosotros, por concentrarnos en nosotros, por circunscribir nuestra alma dentro de los límites que la Naturaleza ha dado a nuestro ser; comencemos, en una palabra, por recogernos donde somos, para que, al buscar conocernos, al tiempo se nos manifieste todo lo que nos constituye. A mi juicio, aquel que mejor sabe en qué consiste el yo humano es el que está más cerca de la sabiduría, y al igual que el primer trazo de un dibujo se forma de líneas que lo definen, la primera idea que se puede tener del hombre es separarlo de todo lo que no es él.
Pero ¿cómo realizar esta separación? Este arte no es tan difícil como se pudiera creer, o por lo menos la dificultad no está allí donde se cree. Depende más de la voluntad que de las luces y no es necesario un gran aparato de estudios e investigaciones para llegar a él. El día nos ilumina, y el espejo está delante de nosotros; pero para verlo hay que fijar la mirada, y el modo de fijarla es descartar los objetos que nos distraen. Recogeos, buscad la soledad, he aquí todo el secreto y sólo por él se descubren pronto los vuestros. ¿Pensáis, en efecto, que la filosofía nos enseña a entrar en nosotros mismos? ¡Ay, cuánto nos distrae el orgullo bajo su nombre! Mi querida amiga, ocurre todo lo contrario: para aprender a filosofar hay que entrar en sí mismo (...)
Cuando se vive solo, se quiere más a los hombres, y un tierno interés nos aproxima a ellos. La imaginación nos muestra el lado mas atractivo de la sociedad, e incluso el aburrimiento de la soledad se vuelve en beneficio de la humanidad (...)
Dejad obrar a esa inquietud natural que, en la soledad, no tarda en hacerse ocupar a cada uno de sí mismo, a pesar suyo.
No digo que ese estado deba producir un hundimiento total, y estoy bien lejos de creer que no tengamos ningún medio de despertar en nosotros el sentimiento interior. Del mismo modo que se calienta un miembro entumecido con ligeras fricciones, el alma apagada por una larga inactividad se reanima ante el dulce calor de un movimiento moderado. Hay que conmoverla con recuerdos agradables que se refieren sólo a ella, hay que hacerle recordar las emociones que le han enorgullecido, no por mediación de los sentidos, sino por un sentimiento propio y por placeres intelectuales (...)
Nada es más amable que la virtud, pero ella no se muestra así más que a aquellos que la poseen; cuando se la quiere abrazar, semejante al Proteo de la fábula, adopta mil formas asombrosas, y no se muestra finalmente bajo la suya más que a aquellos que no la han dejado escapar.
Sexta Carta

"VIRTUTEM FORMA DECORAT" (la belleza adorna la virtud)
LEONARDO DA VINCI Ginevra de' Benci (reverso)

C. DEBUSSY Clair de lune - David Oistrakh (violín)