Ese haz de filamentos sangrantes,
esas hebras lacrimosas,
esa frágil gavilla de briznas,
esos hilados trémulos,
esas fibras marchitas
que hacen un esfuerzo épico para abrigar lo que no puede ser manifestado,
son mis palabras,
ligazón endeble con el mundo.
Pulidas hasta el paroxismo del Sentido,
reincidentes, veladas, convulsivas,
simpatizantes de metamorfosis y gambetas,
se extienden como puente entre mi sustancia y lo otro.
Inusitadas en estos tiempos de sobrevaluación erótica y ensalzamientos afectivos.
Imprescindibles cuando arrecian las carencias y mandan los omnipotentes vacíos.
Nadie pierde sino lo que no tiene y no ha tenido nunca. Y acaso el amor sea sólo un nombre o un relato ajeno bien ajeno, intraducible.
Mi gran experiencia ha sido la de la desesperación. Experiencia inagotable, un calvario que no ceja. De ello hablo. Mi decir es reverberación de otros balbuceos.
Una sensación de quemadura ácida en los miembros, músculos retorcidos e incendiados, el sentimiento de ser un vidrio frágil, un miedo, una retracción ante el movimiento y el ruido. Un inconsciente desarreglo al andar, en los gestos, en los movimientos. Una voluntad tendida en perpetuidad para los más simples gestos, la renuncia al gesto simple, una fatiga sorprendente y central, una suerte de fatiga aspirante. Los movimientos a rehacer, una suerte de fatiga mortal, de fatiga espiritual en la más simple tensión muscular, el gesto de tomar, de prenderse inconscientemente a cualquier cosa, sostenida por una voluntad aplicada. Una fatiga de principio del mundo, la sensación de estar cargando el cuerpo, un sentimiento de increíble fragilidad, que se transforma en rompiente dolor, un estado de entorpecimiento doloroso, de entorpecimiento localizado en la piel, que no prohíbe ningún movimiento, pero que cambia el sentimiento interno de un miembro, y a la simple posición vertical le otorga el premio de un esfuerzo victorioso. Localizado probablemente en la piel, pero sentido como la supresión radical de un miembro y presentando al cerebro sólo imágenes de miembros filiformes y algodonosos, lejanas imágenes de miembros nunca en su sitio. La suerte de ruptura interna de la correspondencia de todos los nervios. Un vértigo en movimiento, una especie de caída oblicua acompañando cualquier esfuerzo, una coagulación de calor que encierra toda la extensión del cráneo, o se rompe a pedazos, placas de calor nunca quietas. Una exacerbación dolorosa del cráneo, una cortante presión de los nervios, la nuca empeñada en sufrir, las sienes que se cristalizan o se petrifican, una cabeza hollada por caballos. Ahora tendría que hablar de la descorporización de la realidad, de esa especie de ruptura aplicada, que parece multiplicarse ella misma entre las cosas y el sentimiento que producen en nuestro espíritu, el sitio que se toman. Esta clasificación instantánea de las cosas en las células del espíritu, existe no tanto como un orden lógico, sino como un orden sentimental, afectivo. Que ya no se hace: las cosas no tienen ya olor, no tienen sexo. Pero su orden lógico a veces se rompe por su falta de aliento afectivo. Las palabras se pudren en el llamado inconsciente del cerebro, todas las palabras por no importa qué operación mental, y sobre todo aquellas que tocan los resortes más habituales, los más activos del espíritu.
ANTONIN ARTAUD "Descripción de un estado físico", de El ombligo de los limbos (1925)
Hay desgarraduras atractivas, narcisismos embelesadores, asperezas cautivantes. No los míos.
Pero con otras palabras me sustento.
Esas que rajan el aire,
desafío a la distancia,
saetas chispeantes abrasando mi hojarasca,
pícaros señuelos,
ventarrones de lozanía,
propulsión, emblema.
Tus palabras.
(quizás yo me engañe y lo nuestro sea simplemente un ferviente intercambio verbal)
* * *
La lluvia cansina hace estancia en el jardín y la vereda de mi casa. Instante preciso para escuchar The Space Between (click al video)
4 comentarios:
Escribo para decir que paso por acá y te leo siempre, aunque rara vez comente. Es que nunca encuentro qué decir, y lo mío es muy wittgensteiniano.
De la tribu del Tractatus, de la de Cuadernos azul y marrón o de la de Investigaciones filosofóficas?
Porque son etnias bien distintas...
Sin embargo, me arriesgo a ligarte a la primera. Por eso de "Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen" que siempre te ha gustado.
Las palabras tienen un efecto terapéutico a veces. Yo no diría "simplemente",no está bueno en los tiempos que corren "un ferviente intercambio verbal"?.
Hay tan poca gente capaz de eso ...
Un beso
Any
Tenés razón, Any.
Lo de "simplemente" podría ser considerado como "puramente", pero voy a serte sincera: lo que quise decir es "nada más que", con un dejo de insatisfacción.
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