28.10.09
TEXTIL
26.10.09
A buril
...
25.10.09
PURGATORIO (...) como quien pasa a través del fuego
II. Largo
III. Allegro
23.10.09
PIXELES
20.10.09
Track & Trace
Pensar calando agudo en el ser, en sus ilimitadas alternancias de parusía y ocultamiento. Decir para desportillar el mundo en haces de significado. Actuar demasiado humana, ingrávida, cósmicamente. Callar por genuflexión a una ley augusta, como expiación de tanto embuste, defraudando al desatino.
17.10.09
ÍNCIPIT
ἰδού γὰρ ἀπὸ τοῦ νῦν μακαριοῦσίν με πᾶσαι αἱ γενεαί
Quia respexit humilitatem ancillae suae,
ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generacionesPorque ha mirado la humillación de su esclava,
desde ahora me felicitarán todas las generaciones3. “Quia respexit humilitatem” (aria soprano I) - 4. “Omnes generaciones” (coro)
Entonces Ana oró y dijo:
«Mi corazón se regocija en Jehová,
mi poder se exalta en Jehová;
mi boca se ríe de mis enemigos,
por cuanto me alegré en tu salvación».
(1Samuel 2:1)
14.10.09
LLUVIOSO Y REFRESCANDO
Pero nada hay más grato que ser dueño De los templos excelsos, guarnecidos Por el saber tranquilo de los sabios, Desde do puedas distinguir a otros Y ver cómo confusos se extravían Y buscan el camino de la vida. Vagabundos, debaten por nobleza, Se disputan la palma del ingenio, Y de noche y de día no sosiegan Por oro amontonar y ser tiranos. ¡Oh míseros humanos pensamientos! ¡Oh pechos ciegos! ¡Entre qué tinieblas Y a qué peligros exponéis la vida Tan rápida, tan tenue! ¿Por ventura No oís el grito de naturaleza, Que alejando del cuerpo los dolores, De grata sensación el alma cerca, TITO LUCRECIO CARO De la Naturaleza de las Cosas siglo I a.C. |
10.10.09
Parábola de la flor del aire
4.10.09
Cada instante es una gota que se une al río de la Vida
y así la existencia sigue su curso propio
a veces impetuoso, a veces beatífico,
para entregarse, consumadamente,
al océano de la eternidad.
Ella deja fluir su alma fatigosa por la espera,
herida de desencuentros,
exultante en certezas sencillas,
matizada de dudas y ancestrales misterios,
bendita de abrazos,
añorando una legión de besos continuos y pequeñitos.
Lleva un nombre que la proteje de oscuridades acechantes.
Su nombre es alabanza a la belleza divina
y le señala un destino donde la música es emperatriz.
La suya es una búsqueda obstinada de luz, de bondad
con el motor de los deseos purificados
y la inquietud alerta, joven.
Cada conquista, cada pausa, cada repliegue es una nota
sumándose al canto siempre antiguo y siempre nuevo.
Su voz, tan límpida y dulce, se afana en la armonía.
Insiste, contra pronósticos funestos o decaimientos cobardes.
Entonces, en coro de verdadero amor,
será el sonido perfecto, la suspirada abundancia,
sonará un himno de felicidad.
Para acunarla, para su espíritu vagabundo,
para hacerla danzar de júbilo, infinitamente,
en honor a ella.
2.10.09
Un cóctel de whisky y arsénico (El brindis final de don Leopoldo)
Conducido Jesús ante el consejo de escribas y ancianos que presidía Caifás, no hubo testigos que declarasen en su contra. Apenas un fanático afirmó haberle oído decir que era capaz de destruir y reedificar el templo en tres días. Imputación necia a la cual el reo no se dignó contestar.
Ya iban a absolverlo en la deliberación subsiguiente, cuando uno de los escribas que era a la vez concesionario de las pesquerías en el ago de Genezaret, donde Jesús multiplicó los peces, lanzó contra él una acusación terrible:
-Nadie lo ha visto nunca comprar ni vender, como hacen los hombres honrados.
Era cierto, Jesús no había comprado ni vendido nunca la cosa más insignificante.
-¿Será entonces un ladrón?-preguntó alguno.
-No; porque los ladrones venden lo que roban.
-¿Un mendigo vagabundo?
-No; porque los mendigos piden limosna y éste nunca ha pedido.
-¡Cómo!, ¡ni siquiera ha pedido!
-Nunca. Desprecia el dinero. No lo ha tocado jamás.
-¿Jamás?
-En efecto, ni cuando hubo de pagar el censo al César. Mandó a su discípulo Pedro que oblara por él, extrayendo la moneda necesaria de la boca de un pescado de mis pesquerías. Lo cual agrega a su delito, la magia.
-¿Pero qué delito?
-El de no haber jamás comprado ni vendido.
Entonces los ancianos y escribas, meditaron. Un hombre que no compraba ni vendía, no era ciertamente ladrón, ni mendigo, no cometía delito alguno con ello. Pero no podía ser hombre honrado, porque todos los hombres honrados compran y venden.
Y como no podía ser hombre honrado, condenáronlo al suplicio, volviendo así por el principio de simetría moral, que aquel extraño violaba.
No hubo allí ningún psiquiatra que lo declarara irresponsable por anormal.