Quien se ha acostumbrado a sentirse solitario; quien considerando con fría mirada los lazos sociales y de camaradería ha visto los inconsistentes hilos que enlazan al hombre con el hombre, hilos tan fuertes que basta un hálito de viento para hacerlos desaparecer; quien tiene además la evidencia de que lo que lo convierte en un solitario no es la llama del genio, esa llama de cuyo círculo luminoso todo huye porque todo a su luz aparece desprovisto de sentido, vanidoso, seco y con un ritmo de danza macabra; no quien es solitario por un capricho de la naturaleza, por una determinada idiosincrasia o una rara mezcla de deseos, talento y anhelos de la voluntad ése sabe qué “milagro incomprensiblemente elevado” es un amigo, y que si es un idólatra tendrá que erigir ante todo un altar al “desconocido Dios que creó al amigo”.
Tengo aquí ocasión de observar de cerca los ingredientes de que se compone una feliz vida de familia y veo que no hay comparación posible, en altura, entre ella y la amistad. Lo más cotidiano y lo más trivial, iluminados por la sensación cómodamente indiferente del batín -tal es la dicha familiar, demasiado frecuente para tener valor. En cambio, la amistad... Hay seres que hasta dudan de su existencia. Es una exquisita golosina de la que pocos participan; sólo aquellos viajeros fatigados, para los cuales “es el camino de la vida un sendero a través del desierto”, son consolados por un cariñoso demonio que, cuando han caído sobre la arena, refresca sus labios con el divino néctar de la amistad. Estos pocos, en los abismos y en las grutas donde, sin que nadie los perturbe, ofrecen sacrificios a sus dioses, cantan bellos himnos a la amistad, y el viejo sumo sacerdote, Schopenhauer, eleva el cáliz de su filosofía.
F. NIETZSCHE, de una carta a Erwin Rohde en Hamburgo (Leipzig, 10 de enero de 1869)
ERIK SATIE Gnossienne Nº 5 (1889-91)
Reinbert de Leeuw (piano)
“¿Por qué ha de ser irrazonable cuidar siempre de gozar lo más posible el presente, lo único seguro, si la vida entera es tan sólo un trozo de presente, y como tal enteramente pasajera?”
A. SCHOPENHAUER Aforismos y fragmentos, Leipzig, 1864
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