* "Todo el fruto del verdadero amor se encuentra en el amor mismo"
CICERÓN Laelius De amicitia
CARMINA BURANA "O Fortuna"
En este tiempo en el que, merced a la omni-prepotencia de lo social, el interiorismo resulta una postura insensata; en el que la filosofía, la literatura, la religión y hasta la moral parecen tan anacrónicos como inútiles para el hombre; en el que cualquier soliloquio sólo cabe interpretarse como discurso de la desesperación. Hoy, cuando importa más la información que el conocimiento, se desdeña el encuentro comprometido por el contacto breve y satisfactorio, y la fidelidad no es una virtud sino una neurosis a combatir, la lectura del epistolario entre Eloísa y Pedro Abelardo implica necesariamente un acto de nostalgia. Me acuso, entonces, con orgullo, de esta melancolía que me hace sentir fuera de época, pero extrañamente viva. Y transcribo:
NIHIL MIHI RESERVAVI ("nada guardé para mí")
Nunca, Dios lo sabe, busqué en ti otra cosa distinta de ti; te pure, non tua, concupiscens. No son los lazos del matrimonio, ni cualquier otro provecho, lo que esperaba, y no son mis voluntades, ni mis voluptuosidades, sino -tú mismo lo sabes bien- las tuyas las que me propuse satisfacer. Ciertamente, el nombre de esposa parece más sagrado y más fuerte, pero siempre preferí el de amante o -si me permites decirlo- el de concubina y meretriz. Pues cuanto más me humillaba por ti, más gracia esperaba encontrar de tu parte, y me humillaba así para no empañar en nada el resplandor de tu gloria.
La concupiscencia te ataba a mí más que la amistad; el ardor del deseo, más que el amor (...) Esta suposición, amado mío, no es mía, es la de todo el mundo; no es mía particularmente, todos se la hacen; no es una opinión privada, es una opinión pública. Me gustaría ser la única que pensase así; pues si encontrase a algunos que pudiesen justificarme tu amor, apaciguarían algo mi dolor. Si pudiese fingir al menos algunos motivos para excusarte, me resultaría más fácil disimularme para bien o para mal mi envilecimiento.
Estas voluptuosidades de amantes, que hemos gustado en común, me han resultado tan dulces que no puedo ni querer, ni borrar sin penas, su recuerdo. De cualquier lado que me gire, se imponen siempre a mi vista ellas y sus deseos. Incluso cuando duermo, mis ilusiones me persiguen. Hasta durante la celebración de la Misa, cuando la oración debiera ser más pura, las imágenes obscenas de estas voluptuosidades cautivan tan completamente mi pobre alma, que me entrego a estas torpezas más que a la plegaria. Yo, que debiera gemir por lo cometido, suspiro por lo que perdí. Y no sólo lo que hicimos, sino también los lugares, los momentos en que lo hicimos juntos, están tan grabados en mi corazón, que los revivo contigo por completo, y no me libro ni durante el sueño. A veces, los mismos movimientos de mi cuerpo dejan ver los pensamientos de mi alma; se traicionan con palabras involuntarias. ¡Qué infeliz soy! y cuánto derecho tengo a repetir este lamento con mi alma quejumbrosa: "Desafortunado de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?"
Yo, Dios lo sabe, no habría dudado ni por un momento en seguirte o precederte al infierno [ad Vulcania loca], si me lo hubieses ordenado. No es conmigo con quien estaba mi corazón, sino contigo. Y aún ahora, y más que nunca, no está en ninguna parte, pues le es imposible estar sin ti. De esta manera, te lo ruego, haz que sea feliz contigo. Y estará feliz contigo si lo encuentra propicio, si le devuelves gracia por gracia, cosas pequeñas por cosas grandes, palabras por cosas... Acuérdate, te lo ruego, de todo lo que he hecho, y considera lo que me debes. Cuando disfrutaba contigo de las voluptuosidades carnales [libido], muchos se preguntaban por qué lo hacía: si por concupiscencia o por amor. Pero ahora, la manera con que termino, muestra la manera con que empecé, pues acabé por prohibirme todas las voluptuosidades con el fin de obedecer tu voluntad. No me he reservado nada más que volver a ser tuya ante todo, como lo soy ahora.
Se encuentre mi vida como se encuentre -Dios lo sabe- temo más ofenderte que ofender a Dios; es a ti, más que a Él, a quien deseo complacer; no es por amor a Dios, sino por orden tuya que entré en religión.
Domino specialiter, sua singulariter ["a Dios por la especie, a él como individuo", que significa: a Dios como religiosa, a ti como mujer]
CARMINA BURANA "Dulcissime"
CREDO. Historia calamitatum.
Somos uno en Cristo, somos una sola carne por la ley del matrimonio. Todo lo tuyo, lo considero mío. Y ya que Cristo es tuyo porque te has convertido en su esposa... También en tu apoyo cerca de Él, es en donde pongo mi esperanza para obtener, con tus plegarias, lo que no puedo obtener con las mías.
El que sigue combatiendo es el que todavía puede llevarse la victoria. Yo no puedo conseguir la victoria porque no me queda ya combate para poder luchar.
Dios, que desde el principio de la creación de los hombres consagrasteis el augusto misterio de la unión nupcial, formando a la mujer de una costilla del varón; que habéis elevado el matrimonio con inmensos honores, naciendo de una esposa y comenzando vuestros milagros en las bodas de Caná; que en otro tiempo dispusisteis, de la manera que os plugo hacerlo, el remedio a la incontinencia de mi fragilidad, no despreciéis la oración que yo, vuestra humilde sierva, dirijo implorante hacia la mirada de vuestra majestad por mis desórdenes y por los de aquel a quien amo. Perdonad ¡oh Dios clementísimo!, Vos, la misma clemencia; perdonad incluso unos delitos grandes como los nuestros; y que la inmensidad de vuestra misericordia inefable se mida con la multitud de nuestras faltas. Os lo suplico, castigad ahora a los culpables para ahorrarles penas futuras. Castigadles en el tiempo para no tener que castigarlos por toda la eternidad. Tomad contra vuestros siervos el látigo de la corrección, no la espada de la cólera. Castigad la carne, para salvar las almas. Venid como purificador, no como vengador; como Dios clemente, antes que como justo; como Padre misericordioso, no como Señor severo. Probadnos Señor y tentadnos, pero de la manera que el Profeta os pidió para sí: "Pruébame, Señor, sondéame, haz pasar por el crisol mi corazón y mis entrañas" (Salm. 26, 2); que es lo mismo que decir claramente: examinad en primer lugar mis fuerzas, y medidlas con la carga de mis tentaciones. Es lo mismo que san Pablo promete a vuestros fieles, cuando les dice: "Dios todopoderoso no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación enviará también las ayudas para que podáis soportarlas" (1Cor. 10, 13). Nos unisteis Señor, y nos separasteis cuando os plugo y de la forma que os pareció más oportuna. Lo que comenzasteis misecordiosamente, acabadlo hoy colmando la medida de vuestra misericordia, y a los que separasteis uno del otro en este mundo, unidles para siempre en el Cielo, ¡oh, esperanza nuestra! nuestra herencia, nuestra espera, nuestra consolación, Señor bendito por los siglos. Así sea. [el abad Abelardo ruega a la abadesa Eloísa, a quien llama "Dominus", que recite esta plegaria por los dos]
CARMINA BURANA "Fortune plango vulnera"
Eloísa, hermana mía; en otro tiempo, en el mundo, tan amada, hoy más aún en Jesucristo, la lógica me ha costado el odio del mundo. Dicen, en efecto, estos perversos pervertidores, cuya sabiduría es perdición, que soy un gran lógico pero que me equivoco grandemente con san Pablo. Reconociendo la penetración de mi genio, me rehusan la pureza de la fe cristiana. En lo cual -me parece- juzgan como personas extraviadas por la opinión, más que como instruidos por la experiencia.
No quiero ser filósofo, si para esto debo rebelarme contra Pablo. No quiero ser Aristóteles, si para ello debo separarme de Cristo, pues "no hay bajo el cielo otro nombre más que el suyo, en quien deba encontrar mi salvación" (Hechos 9, 12). Adoro a Cristo, que reina a la derecha del Padre. Le abrazo con los brazos de la fe, cuando divinamente hace obras gloriosas en carne virginal nacida del Paráclito. Y para que cualquier inquieta solicitud, para que cualquier duda, quede excluida del corazón que late bajo tu seno, quiero que lo sepas por mí: he fundado mi conciencia sobre la piedra con la que Cristo edificó su Iglesia. He ahí en pocas palabras la inscripción que lleva.
Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, Dios uno por naturaleza, el Dios verdadero en quien la Trinidad de personas no repugna la unidad de la sustancia. Creo que el Hijo es igual al Padre en todo, en eternidad, en poder, en voluntad y en operación. No escucho a Arrio, quien movido por un espíritu perverso, o mejor, seducido por un espíritu demoníaco, introduce grados en la Trinidad al sostener que el Padre es mayor y el Hijo menor, olvidando el precepto de fe: "No subirás por gradas a mi altar" (Éxodo 30, 26). Pues subir por gradas al altar de Dios es poner un antes y un después en la Trinidad. Testifico que el Espíritu Santo es igual y consustancial, en todo, al Padre y al Hijo, pues Él es a quien a menudo, en mis libros, denomino Bondad. Condeno a Sabello, quien sosteniendo que la persona del Padre es la misma que la del Hijo, estimó que el Padre sufrió la Pasión, de ahí el nombre de Patripasianos. Creo también que el Hijo de Dios se hizo Hijo del Hombre, de forma que consiste en una sola persona y subsiste en dos naturalezas: Él, que habiendo satisfecho todas las exigencias de la condición humana, que asumió incluso hasta la muerte, resucitó y subió al cielo, desde donde vendrá a juzgar a vivos y muertos. Afirmo, finalmente, que todos los pecados quedan redimidos por el Bautismo; que necesitamos la gracia para comenzar el bien y llevarlo a término, y que los que faltan, quedan reformados por la penitencia. En cuanto a la resurrección de la carne, ¿es preciso hablar?, me vanagloriaría vanamente de cristiano si no creyese que un día resucitaré.
Ésta es la fe en la que me mantengo y de la que mi esperanza saca su fuerza. En este lugar de salvación no temo los ladridos de Escila, me río del torbellino de Caribdis, no temo los cantos mortales de las sirenas. ¡Si viene la tempestad, no vacilaré! Los vientos pueden soplar con fuerza sin que vacile. Estoy fundado sobre piedra firme.
CARMINA BURANA "Ave formosissima"
capilla de la abadía de Cluny
Sostener que se tiene empatía con un espíritu del siglo XII es un desatino. Por tanto ¿qué interés puede revestir el detenerse en la vida cotidiana para rumiar -complaciéndose- en estos textos, y que no se deba al afán de una erudición vacía, pomposa, desarraigada o elitista? Acaso un atisbo de respuesta haya sido motivada por estos pasajes citados por Gilson en Eloísa y Abelardo (de donde fueron extraidos los fragmentos de las cartas que anteceden):
"¿Permanece la materia y se pierde la forma?" (Pierre de Ronsard, Elegía contra los leñadores de Gastine, 1565)
"Hay tanta materia ahora como al comienzo del mundo, y habrá la misma al final, porque la materia no se genera ni se corrompe; no hay más que generaciones y corrupciones desde el punto de vista de las formas. Ésta es la razón por la que una materia que esté en la actualidad bajo una forma, pueda haberlo estado en muchas otras, y estará sucesivamente en muchas más" (cardenal Francisco de Toledo s.j., 1532-96 Comentarios a la Física de Aristóteles)
Nos desvelamos y lloramos por la corruptibilidad del cuerpo y, sin embargo, ¿cómo no conmoverse por la fragilidad del alma? Si esas palabras escritas cuando el mundo era totalmente otro (ajeno, hermético para mi pobre ser situado) me "tocan", me "significan" algo es porque las recepciono en esa parte mía tan volátil e íntima, tan mudable, tan quebradiza (al fin) que se engaña a sí misma considerándose eterna. Y más que nunca este singular fenómeno ocurre hoy, que todo apela a mi animalidad, al conformismo en lo "básico".
Independientemente de la persuasión, logro de la notable capacidad argumentativa de quienes las escribieron, las misivas de Eloísa y Abelardo dicen lo que puede decirse. Lo otro (lo inexpresado, lo "místico") lo indicaron con sus vidas. Así, cuando el mostrar(se) se ha devaluado en un espectáculo de vodevil -tal, nuestra actualidad- se comprende que existan algunos que nos refugiemos en y suspiremos por los destellos de un pasado inalcanzable ya.
{lo que despierta particularmente mi envidia de estos dos amantes es su común -aunque con estilos distintos- obstinada determinación por alcanzar la gloria}