4.11.09

ENTRE TANTA GENTE

Para Alyxandria, Tony, Germán.
Porque sí.


Canción para los días de la vida
Este día empieza a crecer
voy a ver si puedo correr
Con la mañana silbándome en la espalda
o mirarme en las burbujas.

Tengo que aprender a volar
entre tanta gente de pie.
Cuidan de mis alas unos gnomos de lata
que de noche nunca ríen.

Si la lluvia llega hasta aquí
voy a limitarme a vivir.
Mojaré mis alas como el árbol o el ángel
o quizás muera de pena.

Tengo mucho tiempo por hoy
los relojes harán que cante

Y la espuma gira en torno a mi piel
me han puesto manos para hablarle
a las cosas de mí.

Y al fin mi duende nació
tiene orejas blancas
como un soplo de pan y arroz
Y un hongo como nariz
cuatro pelos locos
y un violín que nunca calla
solo se desprende y es igual a las guirnaldas.

Este día es algo de sal
me dejó vibrando al nacer
pesa y es liviano como un hilo sin nombre
suena un poco a mi guitarra.

Tengo que aprender a ser luz
entre tanta gente detrás.
Me pondré las ramas de este sol que me espera
para usarme como al aire.

Y es que al fin mi duende se abrió
tiene un corazón de mantel y batón
y un guiño al ver que todo es verdad.
Ya los gnomos cuiden
a un violín que siempre canta
nunca se adormece y es igual a las guirnaldas.

Y es que nunca calla, solo se desprende
y es igual a las guirnaldas.

A 18 minutos del sol, 1977

versión de MARÍA GABRIELA EPUMER

1 comentario:

german dijo...

" El señor K. contemplaba un día una pintura que representaba ciertos objetos bastante caprichosamente.
-A algunos pintores -dijo- les ocurre lo mismo que a muchos filósofos cuando contemplan el mundo. Tanto se preocupan por la forma que se olvidan de la sustancia. En cierta ocasión, un jardinero con el que trabajaba me dió una podadora con el encargo de que recortase un arbusto de laurel. El arbusto estaba plantado en un macetón y se empleaba en las fiestas como elemento decorativo. Había que darle forma esférica. Comencé por podar las ramas más largas, mas por mucho que me esforzaba en darle la forma apetecida, no conseguía ni siquiera aproximarme. Una vez me excedía en los cortes por un lado; otra vez, por el lado opuesto. Cuando por fin obtuve una esfera, resultó demasiado pequeña. El jardinero me comentó decepcionado: "Muy bien, la esfera ya la veo, pero ¿dónde está el laurel?".
Historias del señor Keuner, segun Bertolt, preclaro cerebro...
Cariños, Tu tío Oblongo