6.4.10

CIENTO POR UNO

VAN GOGH, Two hands (drawing) 1884-85

schlechtes Gewissen - mauvaise conscience - mala conciencia
Es lo que me inspira la palabra "talentos".
Quien experimentó alguna vez la ponzoña contenida en el reconocimiento de las propias capacidades, si alguien transitó el calvario que significa el dar cuenta de su habilidad, sabrá a qué me refiero, sin necesidad de demasiadas argumentaciones.
Nada tan poco fiable como lo talentoso: lo ubico del lado de la culpa, del error, de la debilidad, de lo jurídico, del pecado, de la moral.
Si uno empieza a tasarse respecto a cualquier patrón impuesto por coacción es porque ya se ha perdido (y me temo que irremediablemente). Los talentos saben a sepulcro, a cadáver exquisito en exposición para deleite de la chusma.
El genio provoca reverencias mudas, marca distancia metafísica, desanuda mediocridades. El talento, en cambio, señala a un ser en sumisión, convoca al rechinar de dientes, oprime el planeo del alma.
Como si la pertenencia a la humanidad deba ser probada (aprobada) por consenso. Porque lo peor del asunto son los publicanos que controlan con enfermizo celo nuestro precio, la tertulia ética periférica, el mundo, esa jauría de presumidos babeantes roncándonos su cantinela a la puerta del templo: “nos lo debes”.


VAN GOGH, Two hands (drawing) 1884-85
(...)

Lo más terrible que he padecido, aquello que me ha dejado perpleja y alelada por siglos de existencia del espíritu, es que me hayan puesto en contra de mí misma. Toda acción que apunte a ese resultado continuará siendo, por eso mismo, lo único imperdonable.

VAN GOGH Two hands Oil on canvas on panel, 1885

Alguna vez, sin embargo, en una época más fuerte que este presente corrompido, que duda de sí mismo, tiene que venir a nosotros el hombre redentor, el hombre del gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador, al que su fuerza impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allá, cuya soledad es malentendida por el pueblo como si fuera una huida de la realidad-: siendo así que constituye un hundirse, un enterrarse, un profundizar en la realidad, para extraer alguna vez de ella, cuando retorne a la luz, la redención de la misma, su redención de la maldición que el ideal existente hasta ahora ha lanzado sobre ella. Ese hombre del futuro que nos liberará del ideal existente hasta ahora y asimismo de lo que tuvo que nacer de él, de la gran náusea, de la voluntad de nada, del nihilismo, ese toque de campana del mediodía y de la gran decisión, que de nuevo libera la voluntad, que devuelve a la tierra su meta y al hombre su esperanza, ese anticristo y antinihilista, ese vencedor de Dios y de la nada -alguna vez tiene que llegar...

F. NIETZSCHE, Tratado Segundo. La Geneología de la Moral, 1887


VAN GOGH, Two hands (drawing) 1884-85

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