20.4.09

ANALOGÍAS


ALBERT AYLER  “Angels”

[1966: Live in Greenwich Village – The Complete Impulse Recordings]

La piedad

1

Soy un hombre herido.

Y yo quisiera irme

y llegar finalmente,

piedad, a donde se escucha

al hombre que está sólo consigo.

             

No tengo más que soberbia y bondad.

 

Y me siento exilado en medio de los hombres.

             

Mas por ellos estoy en pena.

 

¿No sería digno de volver a mí?

             

He poblado de nombres el silencio.

 

¿He hecho pedazos corazón y mente

para caer en servidumbre de palabras?

Reino sobre fantasmas.

             

Hojas secas,

alma llevada aquí y allá...

 

No, odio el viento y su voz

de bestia inmemorable.

             

Dios, ¿aquéllos que te imploran

no te conocen más que de nombre?

             

Me has arrojado de la vida:

¿me arrojarás de la muerte?

 

Quizá el hombre también es indigno de esperanza.

             

¿Hasta la fuente del remordimiento está seca?

 

El pecado, qué importa

si ya no conduce a la pureza.

             

La carne apenas recuerda

que tuvo fuerza una vez.

 

Loca y gastada está el alma.

             

Dios mira nuestra debilidad.

 

Queremos una certeza.

 

¿Ya ni siquiera te ríes de nosotros?

             

Compadécenos entonces, crueldad.

 

No puedo seguir amurallado

en el deseo sin amor .

             

Muéstranos una huella de justicia.

 

Tu ley, ¿cuál es?

 

Fulmina mis pobres emociones,

libérame de la inquietud.

Estoy cansado de gritar sin voz.




2

Carne melancólica

donde una vez pululó la alegría,

ojos entreabiertos del despertar cansado,

¿ves tú, alma demasiado madura,

lo que seré caído en la tierra?

             

Está en los vivos el camino de los difuntos,

 

nosotros somos una riada de sombras,

             

y ellas el grano que explota en el sueño,

 

de ellas es la lejanía que nos queda

y de ellas la sombra que da peso a los nombres.

             

La esperanza de una gran sombra

¿sólo es esto nuestra suerte?

             

¿Y no serías tú más que un sueño, Dios?

 

Temerarios, por lo menos un sueño

queremos que sea semejante a ti.

             

Es parto de la locura más clara.

 

No tiembla en nubes de ramas

como pájaros de la madrugada

al borde de los párpados.

             

En nosotros está y languidece, llaga misteriosa

 

3

La luz que nos aguija

es un hilo cada vez más sutil.

¿Sólo deslumbras matando?

Dame esta alegría suprema.

 

4

El hombre, monótono universo,

cree acrecentar sus bienes,

y de sus manos febriles

no salen, sin fin, más que límites.

             

Pegado al vacío,

a su hilo de araña,

 

no teme ni seduce

más que a su propio grito.              

 

Evita el desgaste haciendo tumbas,

y para pensarte, Eterno,

no tiene más que blasfemias.


Giuseppe UNGARETTI  El Dolor (1947)

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