30.6.09

EL DESPEGUE

Der Auszug des verlorenen Sohnes
Nun fortzugehn von alledem Verworrnen,
das unser ist und uns doch nicht gehört,
das, wie das Wasser in den alten Bornen,
uns zitternd spiegelt und das Bild zerstört;
von allem diesen, das sich wie mit Dornen
noch einmal an uns anhängt – fortzugehn
und Das und Den,
die man schon nicht mehr sah
(so täglich waren sie und so gewöhnlich),
auf einmal anzuschauen: sanft, versöhnlich
und wie an einem Anfang und von nah;
und ahnend einzusehn, wie unpersönlich,
wie über alle hin das Leid geschah,
von dem die Kindheit voll war bis zum Rand –:
Und dann doch fortzugehen, Hand aus Hand,
als ob man ein Geheiltes neu zerrisse,
und fortzugehn: wohin? Ins Ungewisse,
weit in ein unverwandtes warmes Land,
das hinter allem Handeln wie Kulisse
gleichgültig sein wird: Garten oder Wand;
und fortzugehn: warum? Aus Drang, aus Artung,
aus Ungeduld, aus dunkler Erwartung,
aus Unverständlichkeit und Unverstand:

Dies alles auf sich nehmen und vergebens
vielleicht Gehaltnes fallen lassen, um
allein zu sterben, wissend nicht warum –

Ist das der Eingang eines neuen Lebens?


RAINER M. RILKE Neue Gedichte (1907)


La Partida Del Hijo Pródigo
Alejarse ahora de todo esto confuso,
que es nuestro pero no nos pertenece,
que, como el agua de las viejas fuentes,
nos refleja temblando y descompone la imagen;
de todo esto, que como espinas
se agarra una vez más a nosotros… alejarse
y a esto y a éste,
que ya no veíamos
(tan cotidianos y acostumbrados eran),
contemplarlos de pronto: suaves, conciliadores
y como en un principio y de cerca;
y presintiendo comprender qué impersonalmente,
qué por igual cayó el sufrimiento sobre todos,
del que la infancia estaba llena esta el borde;
Y sin embargo irse entonces, arrancando la mano de la mano,
Como desgarrando de nuevo algo ya sanado,
y marcharse: ¿A dónde? A lo incierto,
lejos, a un país cálido e inmóvil,
que tras toda acción, como un decorado,
seguirá indiferente: jardín o muro;
y marcharse: ¿por qué? Por impulso, por temperamento,
por impaciencia, por esperanza oscura,
por incomprensibilidad y por incomprensión.

Tomar todo esto sobre sí y en vano
dejar caer algo que quizá se tenía,
para morir solo, sin saber por qué…

¿Es esto la entrada a una nueva vida?

Irse al mediodía,
cuando el banquete de los corazones fervientes y unos dedos pequeñitos asiéndose de nuestras manos.
Mientras va menguando el resentimiento y el alma arrúllase en conciliación,
en el momento en que la culpa (encorvada, carroñera) se enmascara de misericordia.

Irse
leve, despojada
con el equipaje de las infinitas posibilidades y la indeterminada renuncia
grácil, hasta bienaventuradamente.

Irse
para ganarse a sí misma sin propósito ni fe
a recuperar la inocencia, el edén, la utopía, el núcleo de lo inexistente
en el honor de corresponder a todo [a nada, al más allá o acá]

Irse
como si apenas
tímida, cadenciosa, torpe
un simulacro de dilación.

Irse
y no volver.


Factum est autem, ambulantibus illis in via, dixit quidam ad illum:
—Sequar te quocumque ieris.
Dixit illi Iesus:
—Vulpes foveas habent, et volucres caeli nidos; Filius autem hominis non habet ubi caput reclinet.
Ait autem ad alterum:
—Sequere me;
Ille autem dixit:
—Domine, permitte mihi primum ire et sepelire patrem meum.
Dixitque ei Iesus:
—Sine ut mortui sepeliant mortuos suos; tu autem vade et annuntia regnum Dei.
Et ait alter:
—Sequar te Domine, sed permitte mihi primum renunciare his quae domi sunt.
Ait ad illum Iesus:
—Nemo mittens manum suam ad aratrum et respiciens retro aptus est regno Dei.
Secumdum Lucam 9:57-62


Iban por el camino cuando alguien le dijo:
—Te seguiré a dondequiera que vayas.
—Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
A otro le dijo:
—Sígueme.
—Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
—Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús.
Otro afirmó:
—Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia.
Jesús le respondió:
—Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.
Lucas 9:57-62

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