11.8.08

CHALECO AZUL

A la vernissage de los tiempos nostálgicos conviene ir de etiqueta. Un estilo que huya tanto de la excentricidad como de lo menesteroso.
Tantos borrones, tanto duelo, tanta suela gastada por la desilusión que a la fuerza se aprende.
Una lectio privada con frutos de eternidad. Porque la melancolía es ese boleto sin regreso, un ardid completo, el acto único. Hace falta erótica para lograr disfrutarlo; su exquisitez es sorpresa para el aprendiz atento, un amuleto para evadir los fatalismos.
Me descuido y caigo en la telaraña, meciéndome en esta idiotez que arrebata mis sentidos una vez al año.
Soy un satélite que gira alrededor de sus claroscuros, la geisha de su indómita inseguridad. Vuelve a merodear por mis pasillos la lejanía de lo cercano.

Todo que puede exponerse ya se ha dicho.
Memorizo las policromías del tablero.
Repito el ritual.
Debería amanecer plácidamente imperturbable.
Y sin embargo, y sin embargo...

2 comentarios:

un viejo tanguero dijo...

Estando solo y melancólico, ponerse a mirar los besos de otros, ¿no es un poco masoca?
Besos.

GISOFANIA dijo...

probablemente. la autoflagelación opera con tantos matices...
latigazos.