Kyrie XI, A (modo I)
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La angustia en la posibilidad de la libertad, sólo esta angustia es -en unión de la fe- absolutamente educativa, porque consume todas las cosas finitas y descubre todas las falacias de ellas (...)
El educado por la angustia es educado por la posibilidad, y sólo el educado por la posibilidad está educado con arreglo a su infinitud. La posibilidad es, por ende, la más pesada de todas las categorías (...); en la posibilidad es todo igualmente posible, y quien ha sido en verdad educado por la posibilidad ha entendido lo espantoso no menos que lo agradable. Cuando uno de estos hombres ha pasado por la escuela de la posibilidad y (...) sabe que no puede exigir absolutamente nada de la vida, que lo espantoso, la perdición, el anonadamiento moran pared por medio con todos los hombres; cuando uno de estos hombres ha aprendido, además, que toda angustia, que le ha hecho pasar ansias mortales, le sobrecogerá de nuevo en el próximo momento, ese hombre dará de la realidad otra explicación, ese hombre apreciará la realidad, e incluso cuando ella gravite pesadamente sobre él se acordará de que es, sin embargo, mucho, pero mucho más ligera que la posibilidad. Solamente la posibilidad puede educar así, pues la finitud y las relaciones finitas en que se ha señalado su puesto a un individuo, sean pequeñas y vulgares o tengan una importancia universal e histórica, sólo educan finitamente; es posible en todo momento engañarlas, en todo momento hacer de ellas algo distinto, en todo momento rebajar algo, en todo momento mantenerles lejos, en todo momento impedir que se aprenda absolutamente de ellas (...)
Mas para que un individuo sea educado, tan absoluta e infinitamente por la posibilidad, es menester ser honrado con la posibilidad y tener fe. Por fe entiendo yo aquí lo que en alguna parte designa Hegel muy justamente a su manera: la certeza interior que anticipa la infinitud. Si se administran de un modo ordenado los descubrimientos de la posibilidad, ésta pondrá de manifiesto todas las cosas finitas, pero las idealizará en la forma de la infinitud, y violentará en la angustia al individuo para que éste la venza nuevamente en la anticipación de la fe (...)
Sólo el que ha recorrido la angustia de la posibilidad está plenamente educado para no tener más angustia; no porque escape a los terrores de la vida, sino porque son demasiado pequeños en comparación con los de la posibilidad (...) Si el individuo engaña a la posibilidad, por la cual debe ser educado, no llega nunca a la fe, su fe resulta una listeza de la finitud, como su escuela ha sido también la de la finitud. Pero a la posibilidad se la engaña de todos los modos posibles (...) La vida más vulgar tiene, ciertamente, bastantes acontecimientos; pero la cuestión es si el individuo opone la posibilidad correspondiente, y si es honrado consigo mismo (...)
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Dice Sócrates en el Cratilo: "Es espantoso ser engañado por uno mismo, porque entonces se tiene al engañador siempre consigo". Así cabe decir también que es una dicha tener consigo a un engañador semejante, a uno que engaña piadosamente y que trabaja continuamente por destetar al niño antes de que lo eche a perder la infinitud (...) Cuando más pacífica y sosegada es una época, cuanto más exactamente sigue todo su marcha regular, de manera que el bien tiene su recompensa, tanto más fácilmente puede el individuo engañarse acerca de sí mismo y de si no persigue en sus aspiraciones un fin finito, aunque bello (...) Quien no quiere hundirse en la miseria de la finitud ha de lanzarse necesariamente y en el sentido más profundo sobre la infinitud. Una orientación provisional semejante es una analogía de la educación por medio de la posibilidad y tampoco puede tener lugar si no es por medio de la posibilidad (...); pues la finitud explica sólo parcialmente (...)
Con la ayuda de la fe educa la angustia a la individualidad a descansar en la Providencia. Así también sucede en la relación con la culpa, la otra cosa que descubre la angustia. Quien llega a conocer su culpabilidad meramente por medio de la finitud, se ha perdido en ésta; pues ésta no resuelve nunca si un hombre es culpable, a no ser de un modo externo, jurídico, sumamente imperfecto (...) Si un hombre es culpable, es infinitamente culpable. Si una individualidad sólo educada por la finitud no es condenada como culpable por la policía o por la opinión pública, tórnase algo de lo más ridículo y miserable del mundo: un modelo de virtudes, que es un poco mejor que lo son las demás gentes (...) Quien, por el contrario, ha aprendido de verdad a tener angustia, puede empezar el baile cuando comienzan a sonar las angustias de la finitud, y los discípulos de la finitud pierden la razón y el ánimo (...) El hipocondríaco siente angustias mortales por cualquier pequeñez, pero cuando llega lo importante respira, ¿y por qué? Porque la realidad importante no es tan terrible como la posibilidad que él mismo crea y en cuya producción consume precisamente sus fuerzas, mientras que puede concentrarlas todas contra la realidad. Sin embargo, es el hipocondríaco sólo un imperfecto autodidacta en comparación con aquel que es educado por la posibilidad, pues la hipocondría depende en parte de condiciones corporales y es, por ende, contingente. El verdadero autodidacta es siempre, a la vez y otro tanto, teodidacta (...), o para no emplear una expresión que recuerda tan fuertemente lo intelectual, es αύτούργόστις τῆς φιλοσοφίας (propio autor de la filosofía), en el mismo grado θεοῦργος (autor de Dios). Quien en relación a la culpa es educado en la angustia, sólo en la reconciliación llega, por ende, al reposo.
SÖREN KIERKEGAARD (bajo el seudónimo Vigilius Haufniensi)
El concepto de la angustia.
Simple investigación psicológica orientada hacia el problema dogmático del pecado original
Copenhague, 1844
Graduale - Miserere Mihi
Dibujos de MICHELANGELO
2 comentarios:
Gisofania, no sé mucho de matemáticas, pero ¿cuántas probabilidades habría de que colocaras un post del libro que me compré ayer?
(Te envío escaneada la factura ahora mismo, porque ni yo me lo creería, especialmente teniendo en cuenta los antecedentes)
es que Sören está en el candelero, con todo este asunto de la cuaresma.
escudriñé el ticket de tu compra y te creo (soy como Tomás para algunas cosas: creo si veo y toco), pero lo que más me angustia -a tono con el motivo del registro- es que te conté el final del cuento.
Apelo a tu indulgencia entonces, miserere mihi.
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