4.3.09

Angst

Kyrie XI, A (modo I)

Si el hombre fuese un animal o un ángel, no sería nunca presa de la angustia. Pero es una síntesis y, por tanto, puede angustiarse, y cuanto más hondamente se angustia tanto más grande es el hombre. Sin embargo, no hay que tomar esto en el sentido en que los hombres en general lo toman, refiriendo la angustia a algo externo que se acerca desde fuera al hombre, sino en el sentido de que el hombre mismo produce angustia (...)
La angustia en la posibilidad de la libertad, sólo esta angustia es -en unión de la fe- absolutamente educativa, porque consume todas las cosas finitas y descubre todas las falacias de ellas (...)
El educado por la angustia es educado por la posibilidad, y sólo el educado por la posibilidad está educado con arreglo a su infinitud. La posibilidad es, por ende, la más pesada de todas las categorías (...); en la posibilidad es todo igualmente posible, y quien ha sido en verdad educado por la posibilidad ha entendido lo espantoso no menos que lo agradable. Cuando uno de estos hombres ha pasado por la escuela de la posibilidad y (...) sabe que no puede exigir absolutamente nada de la vida, que lo espantoso, la perdición, el anonadamiento moran pared por medio con todos los hombres; cuando uno de estos hombres ha aprendido, además, que toda angustia, que le ha hecho pasar ansias mortales, le sobrecogerá de nuevo en el próximo momento, ese hombre dará de la realidad otra explicación, ese hombre apreciará la realidad, e incluso cuando ella gravite pesadamente sobre él se acordará de que es, sin embargo, mucho, pero mucho más ligera que la posibilidad. Solamente la posibilidad puede educar así, pues la finitud y las relaciones finitas en que se ha señalado su puesto a un individuo, sean pequeñas y vulgares o tengan una importancia universal e histórica, sólo educan finitamente; es posible en todo momento engañarlas, en todo momento hacer de ellas algo distinto, en todo momento rebajar algo, en todo momento mantenerles lejos, en todo momento impedir que se aprenda absolutamente de ellas (...)
Mas para que un individuo sea educado, tan absoluta e infinitamente por la posibilidad, es menester ser honrado con la posibilidad y tener fe. Por fe entiendo yo aquí lo que en alguna parte designa Hegel muy justamente a su manera: la certeza interior que anticipa la infinitud. Si se administran de un modo ordenado los descubrimientos de la posibilidad, ésta pondrá de manifiesto todas las cosas finitas, pero las idealizará en la forma de la infinitud, y violentará en la angustia al individuo para que éste la venza nuevamente en la anticipación de la fe (...)
Sólo el que ha recorrido la angustia de la posibilidad está plenamente educado para no tener más angustia; no porque escape a los terrores de la vida, sino porque son demasiado pequeños en comparación con los de la posibilidad (...) Si el individuo engaña a la posibilidad, por la cual debe ser educado, no llega nunca a la fe, su fe resulta una listeza de la finitud, como su escuela ha sido también la de la finitud. Pero a la posibilidad se la engaña de todos los modos posibles (...) La vida más vulgar tiene, ciertamente, bastantes acontecimientos; pero la cuestión es si el individuo opone la posibilidad correspondiente, y si es honrado consigo mismo (...)

Quien se ha hundido en la posibilidad siente vértigo en la mirada, se le extravían los ojos de tal forma, que ya no es capaz de recoger la norma que alargan al que se hunde como santa salvadora tabla de salvación; se le cierran los oídos, de manera que ya no oye cuán alto se cotiza el hombre actual, no oye que él está tan bien como los más . Se hunde absolutamente; pero luego emerge otra vez del fondo del abismo, más ligero que todo lo gravoso y terrible de la vida. Lo único que no niego es que el educado por la posibilidad no está expuesto, sin duda, al peligro a que sucumben los educados por la finitud, el de encontrarse con malas compañías y salirse de distintos modos del camino recto; pero a una caída sí que está propenso: a la del suicidio. Si al comienzo de su educación entiende mal la angustia, de tal forma que ésta no lo conduce a la fe, sino que la aparta de ella, está perdido. Quien es educado, por el contrario, permanece en la angustia, no se deja engañar por sus falsedades innúmeras, conserva continuamente la memoria de lo perdido; de este modo sigue siendo espantosa, sin duda, la acometida de la angustia, pero aquél ya no puede emprender la fuga. La angustia se convierte en un espíritu sirviente, que no puede menos de conducirle contra su voluntad adonde él quiere. Cuando ella se anuncia, cuando parece que va a dar el golpe, como si hubiese inventado medios de horrorizar completamente nuevos, como si fuese más terrible que nunca, aquél no retrocede, ni menos trata de alejarla con estruendo y algarabía, antes bien le da la bienvenida, la saluda festivamente como Sócrates blandió festivamente la copa del venenoso, se encierra con ella y dice, como dice un enfermo al operador, cuando va a empezar la operación dolorosa: estoy dispuesto. Entonces penetra la angustia en su alma y lo registra todo; angustia y expulsa a lo finito y lo mezquino que hay en ella y conduce a aquél adonde él quiere (...) La angustia descubre el destino; pero cuando el individuo quiere abandonarse al destino, cambia de súbito la angustia y hace desaparecer el destino; pues el destino es como la angustia y la angustia es como la posibilidad, una brujería. Cuando la individualidad no se transforma así por sí misma, en su relación con el destino, conserva en todo tiempo un resto dialéctico, que no puede desarraigar ninguna finitud (...); la angustia sentencia en juicio sumarísimo, impone en seguida el triunfo de la infinitud, de la categoría, y la individualidad no puede contrarrestarlo (...)
Dice Sócrates en el Cratilo: "Es espantoso ser engañado por uno mismo, porque entonces se tiene al engañador siempre consigo". Así cabe decir también que es una dicha tener consigo a un engañador semejante, a uno que engaña piadosamente y que trabaja continuamente por destetar al niño antes de que lo eche a perder la infinitud (...) Cuando más pacífica y sosegada es una época, cuanto más exactamente sigue todo su marcha regular, de manera que el bien tiene su recompensa, tanto más fácilmente puede el individuo engañarse acerca de sí mismo y de si no persigue en sus aspiraciones un fin finito, aunque bello (...) Quien no quiere hundirse en la miseria de la finitud ha de lanzarse necesariamente y en el sentido más profundo sobre la infinitud. Una orientación provisional semejante es una analogía de la educación por medio de la posibilidad y tampoco puede tener lugar si no es por medio de la posibilidad (...); pues la finitud explica sólo parcialmente (...)
Con la ayuda de la fe educa la angustia a la individualidad a descansar en la Providencia. Así también sucede en la relación con la culpa, la otra cosa que descubre la angustia. Quien llega a conocer su culpabilidad meramente por medio de la finitud, se ha perdido en ésta; pues ésta no resuelve nunca si un hombre es culpable, a no ser de un modo externo, jurídico, sumamente imperfecto (...) Si un hombre es culpable, es infinitamente culpable. Si una individualidad sólo educada por la finitud no es condenada como culpable por la policía o por la opinión pública, tórnase algo de lo más ridículo y miserable del mundo: un modelo de virtudes, que es un poco mejor que lo son las demás gentes (...) Quien, por el contrario, ha aprendido de verdad a tener angustia, puede empezar el baile cuando comienzan a sonar las angustias de la finitud, y los discípulos de la finitud pierden la razón y el ánimo (...) El hipocondríaco siente angustias mortales por cualquier pequeñez, pero cuando llega lo importante respira, ¿y por qué? Porque la realidad importante no es tan terrible como la posibilidad que él mismo crea y en cuya producción consume precisamente sus fuerzas, mientras que puede concentrarlas todas contra la realidad. Sin embargo, es el hipocondríaco sólo un imperfecto autodidacta en comparación con aquel que es educado por la posibilidad, pues la hipocondría depende en parte de condiciones corporales y es, por ende, contingente. El verdadero autodidacta es siempre, a la vez y otro tanto, teodidacta (...), o para no emplear una expresión que recuerda tan fuertemente lo intelectual, es αύτούργόστις τῆς φιλοσοφίας (propio autor de la filosofía), en el mismo grado θεοῦργος (autor de Dios). Quien en relación a la culpa es educado en la angustia, sólo en la reconciliación llega, por ende, al reposo.
SÖREN KIERKEGAARD (bajo el seudónimo Vigilius Haufniensi)
El concepto de la angustia.
Simple investigación psicológica orientada hacia el problema dogmático del pecado original
Copenhague, 1844
Graduale - Miserere Mihi
Dibujos de MICHELANGELO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gisofania, no sé mucho de matemáticas, pero ¿cuántas probabilidades habría de que colocaras un post del libro que me compré ayer?

(Te envío escaneada la factura ahora mismo, porque ni yo me lo creería, especialmente teniendo en cuenta los antecedentes)

GISOFANIA dijo...

es que Sören está en el candelero, con todo este asunto de la cuaresma.

escudriñé el ticket de tu compra y te creo (soy como Tomás para algunas cosas: creo si veo y toco), pero lo que más me angustia -a tono con el motivo del registro- es que te conté el final del cuento.
Apelo a tu indulgencia entonces, miserere mihi.