Pasó por ser la sentencia más antigua del pensamiento occidental. Se supone que Anaximandro vivió hacia finales del siglo VII y hasta mediados del VI en la isla de Samos.
(...)
"De donde las cosas tienen su origen, hacia allí deben sucumbir también, según la necesidad; pues tienen que expiar y ser juzgadas por su injusticia, de acuerdo con el orden del tiempo"
Así traduce el joven Nietzsche en el manuscrito, concluido en 1873, de un tratado titulado "La filosofía en la época trágica de los griegos"
(...) Diels traduce (en 1903) de esta manera:
"A partir de donde las cosas tienen el origen, hacia allí se encamina también su perecer, según la necesidad; pues se pagan unas a otras condena y expiación por su iniquidad según el tiempo fijado"
(...) Traducida de manera más literal, la sentencia dice así:
"Pero a partir de donde el surgir es para las cosas, también surge hacia allí el sustraerse, según la necesidad; pues se dan justicia y expiación unas a otras por su injusticia según el orden del tiempo"
(...)
La traducción sólo se deja repensar pensando la sentencia. Pero el pensar es el hablar poético de la verdad del ser en el diálogo histórico de los que piensan.
Por eso, la sentencia nunca nos dirá nada mientras sigamos explicándola solamente de manera histórica y filológica. Curiosamente, la sentencia sólo habla cuando nos despojamos de las pretensiones propias de nuestro habitual modo de representación y meditamos en qué consiste la confusión del actual destino del mundo
El ser humano está a punto de abalanzarse sobre la totalidad de la tierra y su atmósfera, de arrancar y obtener para sí el escondido reino de la naturaleza bajo la forma de fuerzas y de someter el curso histórico a la planificación y el orden de un gobierno terrestre. Este mismo hombre rebelde es incapaz de decir sencillamente qué cosa es, de decir qué es eso de que una cosa sea.
La totalidad de lo ente* es el único objeto de una única voluntad de conquista. La simplicidad del ser ha sido sepultada en un único olvido.
¿Qué mortal es capaz de pensar hasta el final el abismo de esta confusión? Se puede intentar cerrar los ojos ante ese abismo. Podemos intentar cegarnos y deslumbrarnos con falsas construcciones una y otra vez. Pero el abismo siempre estará ahí.
Las teorías sobre la naturaleza, las doctrinas sobre la historia no resuelven la confusión. Confunden todo hasta volverlo irreconocible, porque ellas mismas se alimentan de esa confusión que planea sobre la diferencia entre lo ente* y el ser.
¿Existe alguna posibilidad de salvación? Sólo existe cuando está ahí el peligro. El peligro está cuando el propio ser camina hasta lo último e invierte el olvido que surge de sí mismo.
¿Pero qué ocurre si el ser usa en su esencia la esencia del hombre? ¿Qué ocurre si la esencia del hombre reside en pensar la verdad del ser?
Entonces, el pensar tendrá que hablar poéticamente desde el enigma del ser. El pensar trae la aurora de lo pensado a la proximidad de lo que queda por pensar.
MARTIN HEIDEGGER "La sentencia de Anaximandro" (1946)
en Sendas perdidas o Caminos del bosque, 1950
* lo que es, existe o puede existir (RAE)