5.5.09

CARTAS DE UN CABALLERO SOLITARIO

febrero de 1870 [a Paul Deussen]
Mi querido amigo: 
                                 (...) Por fin ha desaparecido, ahora que hablamos un mismo lenguaje y no sentimos cosas distintas al pronunciar la misma palabra, aquella separación que durante tanto tiempo existió entre nosotros. Es probable que de haber estado siempre juntos te hubieras ahorrado el penoso camino, no siempre llano y directo, que has seguido hasta alcanzar tu actual grado de educación, y lo hubieras sustituido por una senda más natural y más suave. Tú has sido, entre mis amigos, el último que ha encontrado el camino hacia la sabiduría. Ahora, por fin, abrigo también con respecto a ti las mejores esperanzas. Muchas nieblas caerán de tus ojos. Cierto es que, como a mí me sucede, te sentirás entonces más solitario que nunca y que para nosotros no son ya accesibles muchas posiciones deslumbradoras de la vida. En cambio, tampoco nos parecen ya dignas de esfuerzo por alcanzarlas. Nuestro destino es la soledad espiritual y, en ocasiones, una conversación con los que están de acuerdo con nosotros. Más que nadie necesitamos por ello de los consuelos del arte. No queremos tampoco convertir a nadie, porque sentimos que el abismo que nos separa de los demás ha sido cavado por la naturaleza misma. La piedad llega a constituir nuestro más íntimo sentimiento y enmudecemos casi por completo (...) Me doy cuenta también de que todos mis esfuerzos filosóficos, morales y políticos tienden ahora hacia un solo y único fin, y que yo -quizá el primero entre todos los filólogos- voy camino de llegar a ser una totalidad. La historia y, sobre todo, el helenismo, aparecen ante mí nuevos y transformados. Quisiera enviarte pronto mis conferencias. Todas ellas, pero sobre todo la última, "Sócrates y la tragedia", han sido acogidas aquí como una cadena de paradojas y han excitado odio y cólera. ¡Pueden venir los ataques y el escándalo! He olvidado ya toda clase de consideraciones cuando se trata de lo capital. Seamos compasivos y condescendientes para con el hombre aislado, pero inflexibles como la antigua virtud romana en la expresión de nuestras concepciones teóricas sobre el mundo.
Ahora te entrarán deseos de desembarazarte de tus nuevas experiencias y me escribirás con mayor frecuencia. Difícilmente encontrarás quien haya pasado por más conversiones y haya amado más en los otros el entusiasmo del neófito que yo.

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14 de julio de 1870 [a Erwin Rohde]
He aquí una noticia, terrible como un rayo. La guerra franco-alemana está declarada y el más horrible demonio se abate sobre toda nuestra cultura, raída hasta la trama. ¿Qué va a ser de nosotros?
Amigo mío, mi querido amigo, todavía nos hemos vuelto a ver una vez en el crepúsculo de la paz. ¿Qué significan hoy todas nuestras aspiraciones? Nos hallamos, tal vez, al comienzo del fin. ¡Qué desierto! Los claustros van a hacerse necesarios, y nosotros seremos los primeros monjes.  


Albrecht DÜRER  Ritter, Tod und Teufel (1513)

noviembre de 1870 [al barón Carl Von Gersdorff]
Mi querido amigo:
Espero que el estado físico en que te encuentre esta carta mía sea bueno y el espiritual, por lo menos, tolerable. Esto último me resultaría incomprensible dadas las actuales circunstancias, de no achacarlo a que sabemos lo que la existencia es y lo que significa. Cuando como ahora se abren los espantosos abismos del ser y se derrama todo el ilimitado reino del dolor, tenemos el derecho de pasar a través de todo ello como "sabios". Esto nos da valor, resignación y fuerza para resistir sin convertirnos en estatuas de sal (...)
Es muy difícil permanecer sereno en medio de la general embriaguez; pero nosotros debemos ser lo bastantes filósofos como para lograrlo, evitando así que vengan los ladrones y nos roben o nos hagan sufrir una minoración que yo no juzgaría compensada por los más grandes hechos militares ni siquiera por todas las exaltaciones nacionales.
Para el período de la cultura que se avecina hacen falta combatientes. Conservémonos para estar entre ellos. Pienso siempre en ti con preocupación. ¡Que el genio del porvenir que esperamos te guíe y proteja!

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diciembre de 1870 [a Erwin Rohde]
(...) Quiero hacerte saber enseguida que participo de tus sentimientos y que, como tú, consideraría ignominioso el que no saliéramos, mediante un poderoso esfuerzo, de esta anhelante espera que nos consume.  Escucha lo que bulle en mi espíritu: (...) sea esta época un duro aprendizaje necesario para poder después enseñar, tarea de cuyo perfeccionamiento he hecho mi deber, aunque mis miras sean más elevadas.
Con el tiempo he ido reconociendo el acierto de la doctrina schopenhaueriana sobre la sabiduría universitaria. Una verdad absolutamente radical resulta aquí de todo punto imposible y nunca podrá constituirse esto en punto de partida de nada verdaderamente revolucionario.
Sólo utilizando todas aquellas palancas que puedan sacarnos de este ambiente y siendo, no sólo más sabios, sino mejores, nos será posible llegar a ser verdaderos maestros. También aquí experimento ante todo la necesidad de ser sincero, y por ello no soportaré mucho tiempo la atmósfera académica.
Quitémonos, pues, de encima primero este yugo y fundemos después una nueva Academia griega (...) Preparo una gran adhortatio dirigida a todos aquellos que no están asfixiados por el presente o sumidos en él.
¡Cuán de lamentar es que tenga que escribirte sobre estas cosas, en vez de que cada una de estas ideas sea objeto de una larga conversación contigo! No conoces todo lo construido sobre ellas, y mi plan te parecerá quizá una excéntrica humorada. Y no es nada de eso. Es una necesidad.
(...) Aunque tengamos pocos adeptos, creo que podremos emanciparnos algo de esta corriente -cierto que con algunas pérdidas- y alcanzar una isla en la que no tengamos ya que taparnos los oídos con algodones. Seremos nuestros mutuos maestros, y nuestros libros serán tan sólo anzuelos con que ganar nuevos adeptos para nuestra comunidad artístico-monástica. Viviremos, trabajaremos y gozaremos los unos para los otros, y quizá sea ésta la única manera con que debamos trabajar para la totalidad.
Como demostración de lo seriamente que pienso en esto te diré que he empezado a limitar mis necesidades para conservar un pequeño resto de mi fortuna. También debemos probar nuestra "suerte" en las loterías y, si escribimos libros, pedir los más elevados honorarios, cosa que yo pienso ya hacer con los primeros que publique. Todo medio lícito debe ser empleado para ponernos en condiciones económicas de fundar nuestro claustro. Tenemos, por tanto, nuestra misión para los próximos dos años.
(...) ¿No estaremos quizá en condiciones de traer al mundo una nueva forma de la academia?
"Y no podré yo, por la fuerza del más ardiente deseo, llamar a la vida aquella forma única..." (1), como dice Fausto de Helena.
(...) Esta escuela nuestra de filósofos no es, ciertamente, una reminiscencia histórica ni una excentricidad arbitraria. ¿No es, acaso, una necesidad la que nos lleva por este camino?

(1) Segundo Fausto. Noche del sábado clásico. Escena de Fausto y Chirón


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marzo de 1871 [a Erwin Rohde]
(...) Vivo en un orgulloso alejamiento de la filología. Todo lo que pudiera alcanzar por ese lado, alabanzas, censuras, hasta las más altas glorias, me hace temblar de horror. Me voy introduciendo así poco a poco en mi reino filosófico y ya creo en mí. Me hallo preparado para todo. Habría de resultar poeta y no me sorprendería lo más mínimo. No poseo en absoluto la menor idea de qué es aquello que estoy destinado a ser y, sin embargo, recapitulando encuentro todo lo hecho hasta ahora, tan armónico, tan dirigido hacia un solo fin que ignoro, que me parece como si un genio propicio me hubiese ido guiando. Nunca hubiera creído que no teniendo una clara visión de sus fines, ni una ambición por alcanzar un puesto de funcionario, pudiera sentirse nadie tan sereno y claro como yo me encuentro. ¡Qué sensación la de ver llenarse y redondearse ante uno mismo su propio mundo! ¡Qué bello baile! Tan pronto veo crecer trozos de una nueva metafísica, como de una nueva estética o de una nueva pedagogía que condena todos nuestros institutos y universidades. Todo lo que estudio pasa a clasificarse entre lo ya sabido, y siempre encuentra un buen rincón donde introducirse. Cuando más siento el desarrollo de este mundo mío propio, es cuando considero, no fríamente, pero sí con calma, la sedicente historia universal durante estos últimos diez meses, y la empleo como medio para mis buenos fines, sin ningún exagerado respeto. Orgullo y locura son en verdad débiles palabras para expresar mi "insomnio" espiritual (...)
¡Ay, cuánto anhelo la salud! ¡Proyéctese algo que ha de durar más que uno mismo y, entonces, se darán gracias por cada buena noche, por cada rayo de sol, hasta cada digestión normal! Pero, desgraciadamente, hay en mí no sé qué órganos del estómago perturbados, que me producen insomnios, nerviosidad, hemorroides, sabor a sangre, etc. ¡Hazme el favor de no considerar estos alifafes como causa de mi estado espiritual antes descrito! ¡Temblaría entonces por mi inmortalidad, aunque no haya oído todavía que el flato engendre estados filosóficos! (...)            

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