16.1.09

MEZQUITAS Y SINAGOGAS

Motivada por este post

JUDAÍSMO Y CIVILIZACIÓN (conferencias de 1951)
El carácter religioso del pueblo consiste enfáticamente en estar destinado a algo distinto de lo que es ahora ―en que debe llegar a ser un auténtico pueblo, el "Pueblo de Dios"―. Precisamente en la religión de Israel es imposible erigir en ídolo a todo el pueblo, pues la actitud religiosa hacia la comunidad es inherentemente crítica y postulativa. Quienquiera adjudique a la nación o a la comunidad los atributos de lo absoluto y de la auto-suficiencia traiciona la religión de Israel. ¿Qué significa, sin embargo, llegar a ser un "pueblo de Dios"? La creencia común en Dios y el servir a Su nombre no constituyen un pueblo de Dios. Llegar a ser un pueblo de Dios significa, por el contrario, que los atributos de Dios revelados a ese pueblo, justicia y amor, deben llegar a tener existencia efectiva en su propia vida, en las vidas de sus miembros en mutua compañía: la justicia materializada en las indirectas relaciones mutuas de estos individuos; el amor: en sus relaciones mutuas directas, arraigadas en sus existencias personales. De los dos, sin embargo, el amor es el principio más elevado, el principio trascendente. Esto resulta inequívocamente claro en base al hecho de que el hombre no puede ser justo con Dios; sin embargo puede, y debe, amar a Dios. Y este amor a Dios es lo que se transfiere al hombre; "Dios ama al extranjero", se nos dice, "de modo que tú lo amarás también". El hombre que ama a Dios ama también a aquel a quien Dios ama.


Dentro de la forma comunitaria de vida adoptada en vez de un Estado ―esto es, las comunidades locales― el amor activo en forma de la ayuda mutua aparece repetidamente como elemento social básico. Esta estructura halló su perfección hace alrededor de dos siglos en el jasidismo, construido a base de pequeñas comunidades ligadas por el amor fraternal. Un desarrollo religioso interno del más alto significado corresponde a esa tendencia: el esfuerzo por salvar el abismo entre el amor a Dios y el amor al hombre. El movimiento jasídico logró plenos efectos en este esfuerzo. Enseña que el verdadero significado de amar al prójimo no reside en que se trata de un mandamiento de Dios y debe ser cumplido, sino que a través de él y en él encontramos a Dios. Esto se pone de manifiesto en la interpretación de este mandamiento. No ha sido escrito simplemente "Ama a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy el Señor". La construcción gramatical del texto original demuestra bien a las claras que el significado es: tratarás con amor a tu "prójimo", esto es, a todo aquel que encuentres a lo largo del camino de la vida, y lo tratarás como si fuese igual a ti mismo. La segunda parte, sin embargo, agrega "Yo soy el Señor" ―y aquí interviene la interpretación jasídica―. "Tú crees que estoy lejos de ti, pero en tu amor hacia tu prójimo me encontrarás; no en el amor de él hacia ti, sino en tu amor hacia él". Quien ama, produce la unión de Dios y el mundo. La enseñanza jasídica es la consumación del judaísmo. Y este es su mensaje para todos: Tú mismo debes comenzar. La existencia seguirá careciendo de significado para ti si tú mismo no penetras en ella con amor activo y si en esta forma no descubres su significado para ti mismo. Todo espera ser consagrado por ti; espera que su significado sea puesto de manifiesto y sea realizado por ti. Para tu propio comienzo, Dios creó el mundo. Lo sacó de dentro de sí mismo para que tú lo aproximaras a Él. Encuentra al mundo con la plenitud de tu ser y encontrarás a Dios. Que él mismo acepta de tus manos lo que tienes para dar al mundo, es Su misericordia. ¡Si deseas creer, ama!

YA BASTA DE DECLARACIONES (discurso en el XVI Congreso Sionista, agosto de 1929)

[...] Y cuando vengo a hablar [sobre la cuestión árabe] mis ojos ven con gravedad y claridad las cosas tal como son, en toda su grave y cruel complejidad. A pesar de esto, y quizá por eso mismo, digo que también en esta cuestión se expande en nuestro medio una asimilación nacional. Recordemos —y verdaderamente no tengo que recordarles esto a ustedes— que cada hora de nuestra vida da testimonio de cómo nos veían el resto de los pueblos y cómo nos ven aún en todos lados como algo extraño e inferior. Cuidémonos de ver como inferior al extraño y a todo aquel que no conocemos suficientemente, y de comportarnos con él en consecuencia. ¡Guardémonos de hacerles a los otros lo que nos han hecho! Insisto: sin duda procurar nuestra existencia es una condición previa y necesaria que se impone para todas nuestras acciones, pero no es suficiente; hace falta también imaginación. Otra cosa necesaria es la capacidad de ponernos en lugar del otro, del extraño, y representarnos el alma del otro como si fuera la nuestra. Debo confesar algo: me espanta ver qué poco conocemos al hombre árabe. No me hago ilusiones; no me imagino que exista o que pudiera ser creada entre nosotros y los árabes una armonía de intereses, o que sea posible lograr una paz de este tipo. A pesar de esto, a pesar de que es grande la separación entre las partes, y a pesar de que esta división no proviene de una ilusión o solamente de la política, hay lugar para una política nacional compartida, ya que ellos, así como nosotros, aman esa tierra, y exigen su paz para el futuro. Considerando que amamos esa tierra y buscamos juntos su prosperidad futura, bien podríamos trabajar a su favor en conjunto.
Muchos entre nosotros dicen: no queremos ser gobernados, en tanto minoría [judía], por una mayoría [árabe], y yo también lo digo. Pero ¿qué significa cuando dicen no querer someterse a un gobierno de una mayoría de otros?: quieren que nuestra mayoría gobierne a los otros; así yo no estoy de acuerdo con lo que dicen. Más bien deberíamos decir lo siguiente: así como no queremos ser gobernados por una mayoría de otros, del mismo modo tampoco pedimos gobernar a otros con nuestra mayoría.
No vengan a reclamarme instrucciones prácticas para algo así, que exige una responsabilidad personal en mil pequeñas decisiones. Ya dejémonos de nuevas proclamas. Ya dejémonos de nuevas declaraciones. Desde ahora cada instante de nuestra realidad cotidiana va a dar testimonio de nuestras intenciones [respecto a los árabes]. Debemos demostrar esta intención con nuestros hechos: en la política, en la cultura, en la sociedad y con relación al prójimo. Propongo que, como un signo de nuestras buenas intenciones, se nombre una comisión permanente para Israel, que sirva como un cuerpo consejero de la dirección de la agencia judía para todos los asuntos concernientes a la cuestión árabe [Gritos: Brit Shalom! “Alianza de Paz”]. Muchos rechazan la idea con desdén. Mi criterio —que es el mismo de aquellos que como yo ven la situación histórica en la que estamos sumergidos como una crisis grave y no reaccionan ante esta crisis con palabrerías— es que esta situación es el inicio de una nueva etapa que no tiene nada que ver con declaraciones, sino con hechos. No hay recetas: una oposición responsable verdaderamente tiene una orientación, no una receta.

MARTIN BUBER


FORTUNA - Shalom Aleichem (tradicional hebreo)

1 comentario:

La que vuela dijo...

Es complicado añadir algo...