8.10.08

RESACA

Todo este cúmulo de afecciones: acidez, gastritis, inflamación intestinal, alergias, noctambulismo, irregularidades hormonales, cefaleas, no logran ser explicadas científicamente. Quiero decir: que no será la medicina quien me otorgue una conclusión satisfactoria. Entiendo sin dificultad los perjuicios de una dieta desequilibrada o el incordio que pueden procurar las prácticas libatorias inadecuadas; he leído tratados de feng shui y teorías sobre la sublimación; estoy al tanto de cuán beneficioso es para el organismo la segregación de endorfinas. Pero yo aspiro a horizontes más amplios de perspectiva (razonamiento). Porque creo que se trata de un asunto de raíz existencial.
Sigo creyendo que es sutil la línea que separa lo psíquico-psicológico de lo espiritual. En ese sentido, valga como ejemplo cuánto ha influido la filosofía de Kierkegaard en el psicoanálisis. Y he comprobado que muchas personas buscan en la terapia aquello que sólo puede darles un pastor de almas.
El viernes anduve por uno de esos negocios que venden esencias, y el vendedor me alentó a que me lleve una caja de sahumerios NAG CHAMPA, que se usan para meditación zen. Quizás sea necesario aclarar que para una personalidad atormentada como la mía el budismo es un cometido imposible, pero esa noche encendí un sahumerio y me resultó funcional, porque tuve un sueño placentero.
Menos mal, porque lo que no imaginaba era que el fin de semana iba a ponerse algo heavy. El sábado me despertó un sms de mi hermana en el celular, solicitando con urgencia mis servicios de intérprete epistolar; o sea, quería que por favor leyera unos correos que me había mandado. Me levanté, me cambié y despabilé, tomé un café cortado con leche en el escritorio donde tengo la pc. Después de leer un intercambio de misivas que consideré agobiante, partí a la casa de la demandante, con "Fragmentos de un discurso amoroso" bajo el brazo y mis paupérrimas improvisaciones de hermenéutica erótica. Logré alivianar la crisis de angustia (de ella) con unos mates, asesoramiento gastronómico, compañía y ayuda con los preparativos de su fiesta de cumpleaños. Más tarde, durante el ágape, le di sin asco a la cerveza tirada, al champagne y a la tristeza reprimida. Y seguí el domingo en la misma sintonía alcoholémica.
La resaca, que a muchos vuelve monosilábicos, exacerba mi naturalmente latosa verborragia, entre otras cosas.



Volviendo a la hipótesis inicial, considero que mis molestias corporales tienen como línea directriz una proverbial incapacidad para jugar el juego de la vida (suponiendo que yo sepa de qué se trata ese juego).
No sé si la vida sea un castigo (suena fatalista) o un destino (divisa romántica). Y si bien lo repito a menudo, no podría discurrir airosamente sobre lo que significa la “afirmación vital” -decirle sí a la vida-. Pero me parece que la vida (pedante y tirana) es indiferente a todo lo que no sea ella misma.
El ludus vitae no es un rompecabezas o un laberinto. No hay piezas que encajen, sino piezas sueltas aleatorias. No hay hilo conductor ni tranquera de salida, sino puntos ciegos.
Más bien se asemeja a una mano de pócker indefinidamente sostenida, a una ruleta rusa, a la rueda de la fortuna, a una partida en tablas por rey ahogado del ajedrez, a una calesita desbocada de sortija difícil.

LAS HUELLAS
A orillas de las aguas recogidas
en la luz regular del suelo unidas
como si juntas siempre caminaran,
solas, parecería que se amaran,
en la sal de la espuma con estrellas,
sobre la arena bajo el sol las huellas
de nuestros pies desnudos
tan lejanos, y mudos.
Dejando una promesa dibujada
nuestra voz entretanto ensimismada
se divide en el aire y atraviesa
la azul crueldad de la naturaleza
mientras solos cruzamos
la playa y nos hablamos.
[recreo poético, cortesía de Silvina Ocampo]
Entonces, inoperante y negligente, vuelvo a este cuaderno de apuntes. Dejo en él constancia de cada confusión, de mi experiencia subjetiva del error, del flagelo del dolor de quienes amo. Simplemente porque no puedo dejar de hacerlo, me esmero en decorar un espacio inhóspito y poco acogedor.
Recuerdo una expresión de G. cuando me llamó por TE en ocasión de mi cumpleaños "¿Por qué te pusiste tan hermética? Es como si escribieras en sánscrito, ya casi no se entiende lo que querés decir. Y para los que no te conocen, das la imagen de una mina dark". Fue una apreciación inteligente la de G., aunque no exenta de calidez.
Cuando veo amenazada mi fragilidad, unto con lacre mi caparazón; paradójicamente, me lastiman los pórticos clausurados, las promesas abortadas, los senderos que se bifurcan, las cerrazones.
En la actualidad, esta bitácora es como una simulación gótica: más repulsiva que sugerente, sin elementos de calidad suficientes para ser abordada siquiera como objeto de análisis.
Es menester sincerarme: en su generalidad, mis registros no tienen comentarios; quién sabe si serán leídos, al menos.
Puede que mis metáforas resulten retorcidas para los fugitivos lectores: de una mente caracolada no cabe esperar otra cosa que pensamientos mareados; pero (advertencia literaria) una prosa narrativa oculta mucho más de quien la escribe que una poesía.
No creo en la transparencia de ningún relato, ni en la presunta claridad de las confesiones públicas. Y me fascinan los mensajes cifrados, cuando están redactados con gracia.
Así que: aunque no exclusivamente, yo soy las palabras y sonidos guturales desparramados en el blog, este revoltijo de ingredientes incompatibles.
El guiso de Giso, ja!
Por candor o por necedad, me agito en mostrar el lodazal de lo perdido o el aturdimiento ante la ausencia. La porfía de la inefabilidad me va a matar un día de éstos. Quién sabe.
También estoy herida, fastidiada, desfalleciente. Pero la otra noche cuando conversábamos vos pensaste en algo que te hizo reír, yo me enganché en la cola de tus carcajadas onomatopéyicas y entre los dos conseguimos aplastar a la impotencia (por un ratito, pero fue)

Si anduviera enamorada de un rugbier (como cualquiera de los de estas tres fotos, ponele), mi vida sería más light.
O, en todo caso, estaría padeciendo otro tipo de agotamiento.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Es usted una criatura exquisita

LORD MARIANVS dijo...

La resaca equivale a eso de verse frente al espejo sin maquillaje. Verse luego que se fue el diablo del alcohol poblando las dendritas, es el amanecer castigando con su fulgor los ojos acostumbrados a una larga noche de disfraces.

La resaca es eso que nos queda ya ida la apariencia, los disfraces, las quimeras. La penitencia luego del carnaval.

Es por eso que los carnavales son sumamente tristes, se sabe que luego viene una larga penitencia.

También - sigo pensando - que la resaca tiene ese sabor propio de la venganza ciega, esa que uno ejecuta y no te deja nada.

Recuerdo esa frase de Janis Joplin ("Canto una noche para 50000 personas pero siempre vuelvo a mi casa sola") Eso para mí es una resaca...

En cuanto a tus registros solo diré que tienen un estilo: el tuyo. Un estilo que puede resultar hermético para quien no te conoce, pero que lo dice todo para aquellos que sí te conocemos.

GISOFANIA dijo...

Gracias, excelencia.

Leer es otro modo de acariciar; y tal apreciación sólo puede provenir de un mortal que recibió el don de volver oro lo que tocara (aunque después, por fidelidad al legado hedonista, haya renunciado a eso), un noble que prefirió la flauta a la lira.
Qué honor, sea quien sea detrás de la máscara. Gracias otra vez.

GISOFANIA dijo...

Gracias conmovidas a vos también, milord.

Anónimo dijo...

Un amigo mio, esta cada vez más cerca de la flauta que de la lira y más cerca del erque que de la guitarra...

GISOFANIA dijo...

Se trata de quien sospecho?
Un reverendo adorador de Baco?

german dijo...

Yo quisiera dejar en claro que en cuanto pueda retomar el dialogo desde mi coompu, actualmente, intervenida por el PJ, lo hare. Siempre desde mi nombre o expresando claramente lo que quiero decir y no como esa persona que apela al anonimato.

Para vos, querida hades, todo mi cariño.

Midas dijo...

Vale agradecer el esfuerzo del halago, no la simple constatación. Esto segundo me proponía.
De cualquier modo me reprocho mi impudicia.

GISOFANIA dijo...

Comprendo eso muy bien, Midas.
Quiero decir que comprendo muy bien (y no me permito la censura en eso) lo de sentir auto-vergüenza.